Se inició la Vigila Pascual con el llamado Lucernario, con la bendición del fuego y preparación del Cirio. Con la iglesia apagada y apenas luz en el exterior del templo, el rector y dos sacerdotes más, atravesaron la nave hasta llegar a la entrada principal del templo que da al Pati Manning y que a aquella hora estaba cerrada. Mientras tanto, los fieles sostenían apagada una velita en espera de ser encendida con la luz pascual. El rector pronunció las palabras establecidas para el rito del fuego, después uno de los ministros le acercó el cirio pascual y mancando las líneas vertical y horizontal dijo, entre otras oraciones, Cristo ayer y hoy, principio y fin, Alfa y Omega, a Él pertenecen el tiempo y la eternidad, a Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos, amén. Al acabar, el rector enciende el cirio pascual con la llama del fuego nuevo mientras dice Que la luz de Cristo gloriosamente resucitado disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón.
A continuación, el rector inició la procesión por la iglesia y se fueron encendiendo con la luz pascual todas las velas de los fieles y se cantó Lumen Christi, Deo Gratias. También se iluminó la iglesia y la capilla del santísimo. Una vez insertado el cirio en el candelabro de pie, Mn. Palet leyó el pregón pascual. Finalmente, también se apagaron las velitas.
A continuación, siguió la segunda parte de la celebración, con la Liturgia de la palabra en la que se pueden leer hasta nueve lecturas, sus salmos y oraciones correspondientes. En aquella noche santa en Montalegre, se leyeron las lecturas del Génesis, y del Éxodo en donde se describe la marcha y huida de los israelitas del yugo del faraón de Egipto. Acabadas las lecturas, se cantó el Gloria, se leyó la lectura obligada de san Pablo a los Corintios, el salmo y el Evangelio, después del cual tuvo lugar la homilía, a cargo de Mn. Francesc Perarnau, el cual la enlazó al momento en el que descolgaron a Jesús de la cruz. Describió las horas siguientes con todo tipo de detalle extraído de los textos de los cuatro evangelistas, de los que cabe destacar que las mujeres que estuvieron al pie de la cruz, a excepción de María, no entendieron que Jesús no estaba en el sepulcro porque había resucitado. Sin embargo Pedro y Juan sí. El evangelista Juan escribió de si mismo: entró, vio y creyó. El rector prosiguió dando razón al hecho de que la redención no acaba en la cruz, sino en la resurrección de Jesucristo que es lo que se celebra en esta noche santa, aclarando que la resurrección no es algo espiritual sino real, y recogiendo unas palabras de san Pablo, dijo Jesús ha resucitado de verdad, sino nuestra fe y esperanza serían vanas. Con la muerte y redención de Jesús resucitado, desaparece la muerte provocada por el pecado original y nos revive a una vida de cuerpo glorioso, pues la muerte ha sido devorada por la muerte de Jesús. Por último, el rector nos invitó a vivir la pascua durante la semana que se iniciaba, llamada la octava de pascua, seguida de cuarenta días más, llenos de celebraciones litúrgicas llenas de alegría pascual.
Prosiguió la tercera parte con la liturgia del agua bautismal. En aquella noche no hubo ningún nuevo catecúmeno, por ello el rito fue de la bendición del agua, con la que el celebrante aspergió abundantemente a todos los fieles y a continuación renovamos nuestras promesas bautismales, renunciando a satanás, a sus obras y a sus engaños. Y profesamos nuestra fe, diciendo, igualmente en voz alta, que creíamos a todo el Credo de la Iglesia Católica.
En la cuarta parte, se celebró la liturgia eucarística de la manera acostumbrada. Una vez acabada, los ministros y el pueblo cantaron la primera Regina Coeli a la Virgen Santísima. A lo largo de toda esta bella celebración, la soprano Patrícia Sendra dirigió los cantos junto al organista de la casa, Josep Masabeu, siendo el ministro de ceremonias Mn. Joan Juventeny.
Felices Pascuas!
Isabel Hernández Esteban