El sábado 9 de abril de 2016, un grupo de peregrinos nos encontramos en la escalinata de la Basílica de Santa María del Mar, de Barcelona. Puntualmente a las 9.30 se inició la ruta para encontrar vestigios de Tierra Santa en Barcelona. Dirigieron las explicaciones dos guías del Patrimonio eclesial del arzobispado de Barcelona.
En primer lugar, visitamos la basílica, a la que tantas veces los que somos de Barcelona habíamos acudido para rezar y oír misa. Sin embargo, aquel día era diferente. Nos sorprendieron muchas cosas. Siendo un edificio monumental, en aquellos años del siglo XIV solo tardaron 50 años en construirla, con los medios que había entonces. Colaboró toda la gente de lo que hoy llamamos el distrito de Ciutat Vella, y por supuesto el rey con su interés y dinero. Descubrimos que en el frontal de uno de los escalones de una de las pequeñas capillas que hay entrando a la izquierda de la nave central, hay una placa donde se puede leer que San Ignacio de Loyola pedía limosna para poder ir a Tierra Santa.
Seguimos nuestra ruta fuera muralla, llegamos al Pla de la Catedral y entramos en la Pia Almoïna, un edificio muy antiguo pues parte de sus muros son restos de las murallas romanas de Barcelona, del siglo I y del siglo IV. En él se alberga el Museo Diocesano, con piezas de siglos muy anteriores al nuestro, rehabilitadas; incluso bigas policromadas de otros edificios eclesiales que se han rehabilitado y que no se han podido conservar en su lugar original.
En la Pia Almoïna, nos explicó Mn. Martí Bonet, canónigo de la catedral, historiador y escritor fecundo, más historias de San Ignacio. Ignacio siendo un joven soldado se convirtió a la espiritualidad en Montserrat. Deseaba ser un buen cristiano y por ello había de ir a Tierra Santa. Sin embargo, solamente podían peregrinar a Tierra Santa los sacerdotes. Y para ser sacerdote necesitaba saber latín. En el barrio de lo que hoy llamamos La Ribera, Ignacio estuvo acogido en casa de una mujer mayor mientras él estudiaba latín. Para pagarse los estudios, Ignacio pedía limosna. Después cursó los estudios eclesiásticos.
Mn. Martí Bonet también nos explicó que, para ir a Tierra Santa, las personas que pasaban por Barcelona, con total seguridad iban a la Pia Almoïna, un lugar donde se acogía a los pobres y a los peregrinos, y se les daba de comer. También nos explicó que San Oleguer, de muy pequeño, lo dejaron sus padres en la canonjía para que hiciera de monaguillo. En el año 1126 que por las cruzadas ya se había conquistado Jerusalén por los cristianos, Oleguer fue a Tierra Santa con un gran número de obispos, allí hicieron un concilio dejando escrito su crítica a las atrocidades que se cometieron en las cruzadas. Oleguer cogió una piedra perteneciente al sepulcro de Jesucristo y la trajo a Barcelona.
Esa piedra está en una capilla lateral en la Iglesia de Santa Ana de Barcelona, donde fuimos más tarde.
En el Museo Diocesano, que visitamos después de visionar un vídeo muy interesante sobre los lugares santos que suelen visitarse en Israel y otro sobre la inspiración de Gaudí, está el monumento con las piezas originales que se encuentran al pie del cofre con la piedra sepulcral en Santa Ana.
Salimos del Museo Diocesano y entramos en la Catedral de Barcelona, pasando por la Puerta santa jubilar. Quien iba con las disposiciones adecuadas, ganó la indulgencia plenaria. Nos explicaron que la Catedral está dedicada a la Santa Cruz por Santa Elena La Vera Creu, que está en el punto más alto del edificio y a Santa Eulalia, que está en la cripta. Hemos de recordar que Santa Elena se hizo traer de Jerusalén a Roma las escaleras del pretorio, donde Jesús fue juzgado a manos de Pilatos. Esas escaleras, todavía actualmente, muchos fieles las suben de rodillas.
La visita a la Catedral fue informativa, con todo tipo de detalles. Pero para esta crónica vale destacar que a San Oleguer lo podemos ver una sola vez al año, en la capilla que se encuentra detrás del altar de la Capilla del Santísimo Sacramento y del Cristo de Lepanto, coincidiendo con el día de su festividad, el 7 de marzo, el cual está en una urna de cristal donde puede verse incorrupto.
Saliendo de la catedral, subimos por la calle Portal de l’Àngel. Los guías nos descubrieron muchas curiosidades, una de ellas el balcón de una casa que es uno de los más largos de Europa y el ángel de da nombre a la calle.
Ya en la iglesia de Santa Ana vimos la capilla en donde la Orden de Caballería del Santo Sepulcro en 1141 colocó el cofre con la piedra del sepulcro de Jesucristo. A su lado había una pequeña con la imagen de la Virgen del Perdón pues era un lugar para confesarse, rezar ante el sepulcro y ganar así la indulgencia plenaria, para poder, después de la muerte del cuerpo, ir directamente al cielo.
Visitamos el claustro y allí nos hicimos fotos del grupo después de pasar una grata mañana por nuestra ciudad y conocer un poco más todo aquello que nos puede acercar a Tierra Santa, lugar al que hemos de ir todos los cristianos, como mínimo una vez en la vida.
Isabel Hernández Esteban