Estamos celebrando la Octava de Pascua como si fuera un único día, el de la Pascua de Resurrección. Pero hace pocos días iniciábamos la Semana Santa con la entrada de Jesús en Jerusalén con toda su gloria, el 9 de abril de 2017. Jesús montado en un pollino entró en la ciudad a vítores de palmas y pasando por encima de los mantos de los muchos que habían visto sus prodigios y que los habían colocado en el camino para que Él pasara en toda su majestad.
La bendición de los ramos y palmas en el Patio Manning
En Montalegre, como cada año, la ceremonia de la bendición se celebró en el atrio del templo, en el Patio Manning. En la escalinata, el rector, junto a otros sacerdotes y ministros de la ceremonia, leyó las lecturas propias. A continuación, aspergió abundante agua bendita sobre los fieles, los ramos y las palmas. Prosiguió la procesión entonando todos los asistentes “Victoria, Tú reinarás” y otros cantos de alabanzas a Jesús triunfante. Finalmente, la comitiva entró en el templo y se inició la santa misa solemne.
La lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Mateo, fue dialogada. El rector leyó los textos en los que hablaba Jesús; un laico hizo de cronista y una laica, el resto de los personajes, ambos lectores son los habituales de la misa solemne de los domingos. En la homilía, Mn. Xavier Argelich nos dijo que Jesús entró voluntariamente en Jerusalén para redimirnos. Y nos invitó a rezar interiormente y en silencio, junto a Jesús, en los próximos días de dolor de la Semana Santa que comenzábamos: Vemos muchos personajes en el relato de la Pasión que acabamos de leer… podemos pensar qué podemos hacer para acompañar al Señor teniendo en cuenta cada uno sus capacidades y posibilidades para poder decir como aquellos soldados “Verdaderamente éste es el Hijo de Dios”.
Inicio de Tridu Pascual: el Jueves Santo
En Montalegre, transcurridos los primeros días de la Semana Santa, en el Jueves Santo, el 13 de abril de 2017, celebramos, entre el gozo y el dolor, la Cena del Señor. El color de las vestiduras de los sacerdotes no era ni el morado de la Cuaresma ni el rojo de la pasión y martirio, propio del Domingo de Ramos. Era el blanco pues es el día en qué Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía y el del Orden o Sacerdocio. También Jesús instituyó el mandamiento de la Caridad para que amemos a Dios y al prójimo. Excepcionalmente, delante del altar lucía un centro de flores blancas y amarillas, al igual que en el llamado Monumento que se había creado al entorno del sagrario de la capilla del Santísimo de Montalegre. En ese lugar, las alfombras, ropajes, flores, ramos de laurel, palmones, y muchas velas encendidas hacían lucir todavía más aquel sagrario que vemos cada día en la capilla cuando pasamos a saludar al Señor o vamos a la santa misa, pero el Jueves Santo lo merece cada año y en cada sagrario de cualquier lugar del mundo, el cual se adorna y se hace lucir según la costumbre.
La Cena del Señor fue concelebrada por siete presbíteros, presidida por el rector, la mayoría de ellos de la Iglesia de Montalegre y también antiguos colaboradores de la Casa.
La lectura del Evangelio según San Juan nos situó en aquellas horas previas a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. En la homilía, Mn. Xavier Argelich dijo: Es la hora en la que el Hijo de Dios se entrega libremente por nosotros… con esta misa se inicia el Tridu Pascual… Nos hemos preparado durante la Cuaresma con más intensidad y con intención penitencial y de purificación… Ahora ya estamos en condiciones de presentarnos para la Redención…Todas las cosas y las circunstancias nos llevan al Cenáculo, con Jesús y sus discípulos, con los gestos y las palabras que conocemos por medio de la Palabra de Dios… Lo ha recomendado el Papa Francisco para el presente año, escuchar y leer más la Palabra de Dios… Él nos dice “¿Lo entendéis? Hemos de saber ponerla en práctica… Recemos por las vocaciones sacerdotales, … y para que seamos santos.
En el ofertorio se incensó el altar, los celebrantes, los ministros laicos y los fieles. Se consagró suficiente comunión para dos días pues en el Viernes Santo Nuestro Señor Jesucristo queda en el sepulcro hasta el amanecer del Domingo de Pascua. Una vez finalizada la Cena del Señor, el rector, en procesión, por la nave del templo de Montalegre, llevó al Señor, con toda reverencia y ceremonial, hasta dejarlo en el interior de la reserva. Se mantuvo abierto unos instantes en los que rezamos con toda intensidad, y con el incienso nos elevábamos espiritualmente al cielo. El vicario de Montalegre cerró la reserva y le entregó la llave al rector para que la custodiara. Se inició así el tiempo de la contemplación de la reserva del monumento hasta el inicio del Oficio de la Pasión de Cristo, en el Viernes Santo, el 14 de abril de 2017.
Aquí tenéis a vuestro Rey
Al entrar en Montalegre ya percibimos con los sentidos que había ocurrido lo que Jesús nos había anunciado. La imagen del crucifijo que cuelga del baldaquino del presbiterio estaba cubierta con un lienzo morado, la capilla del Santísimo, a oscuras, el altar despojado de flores: Jesús estaba en el sepulcro de José de Arimatea.
El Oficio del Viernes Santo se vivió con mucho recogimiento y piedad. Los celebrantes, revestidos del color de la sangre y del martirio, al inicio de la celebración se postraron en el suelo, en oración y los fieles estuvimos reclinados de rodillas. El Oficio de ese día no iba a ser una misa pues el centro de la santa misa es la transubstanciación, es decir, la consagración, y esto no podía producirse pues en aquellas horas Jesús ya había sido maltratado, humillado y finalmente había muerto en la Cruz. Fue, entonces, cuando descendió a los infiernos para realizar nuestra redención permanente.
El Oficio tendría tres partes: el relato de la Pasión, la adoración a la Cruz y la sagrada comunión, que estaba en la reserva. La lectura de la Pasión, también en esta ocasión, fue dialogada. Mn. Nubiola fue el cronista de los hechos; los diversos personajes del relato fueron a cargo de Mn. Mallol y la voz de Jesús, Mn. Argelich.
En la homilía el rector nos situó en aquel momento que era igual a todos los oficios que se estaban celebrando o se iban a celebrar en cualquier rincón del mundo donde hubiese cristianos. ¡Tantos cristianos rezando en todas partes, acompañando al Señor!… Todo en Jesús es Palabra, hecha palabra humana para poder escucharla… No se trata de palabras muy elocuentes… Él todo es Palabra por ello hemos de meditar el Evangelio… Sus gestos, palabras y expresiones son de amor sereno y fuerte, incluso el silencio… Y nos impelió: ¿Qué podemos aprender de ti, Señor?… Todo está cumplido, Cristo ha pagado por la deuda contraída del pecado original y por nuestros pecados personales… Jesús tiene sed… tiene el deseo de salvarnos para pagarlo todo… ¡Padre, perdónales que no sabe lo que hacen!… Sepamos acoger el perdón gratuito.
La colecta de la limosna del Viernes Santo, los fieles la depositamos después de la adoración a la Cruz que, como es habitual en ese día, se destina para sufragar los gastos de mantenimiento de los lugares santos en Tierra Santa que están custodiados por los Hermanos Franciscanos.
Al acabar el oficio, se cerró el templo. Jesús estaba muerto y sepultado. Se mantuvo cerrado hasta el caer de la tarde del Sábado Santo, hora en la íbamos a celebrar, con cierto adelanto, el amanecer de la Resurrección de Cristo.
La Vigilia Pascual y tres sacramentos
Se inició la Vigilia Pascual con la ceremonia del fuego y la bendición del Cirio Pascual en el pequeño atrio de la nave central de la puerta principal que da al Patio Manning. El rector junto a celebrantes y ministros laicos prosiguieron en procesión repartiendo la Luz de Cristo para encadenar el encendido de las velitas de los fieles asistentes: Lumen Christi… Deo gratias.
Las lecturas y salmos fueron precedidos de un Cántico. Los textos escogidos entre diversas posibilidades del Antiguo Testamento fueron sobre la creación de mundo y del hombre; la alianza establecida entre Dios, Abraham y su descendencia; y el éxodo del pueblo de Israel que huye de la opresión de Egipto hacia la tierra prometida. A continuación, se prendieron las velas del altar con la luz del Cirio Pascual, se cantó el Gloria y siguieron las lecturas del día, del Nuevo Testamento y Evangelio. En la homilía, el rector nos transmitió la alegría de Cristo resucitado: Hemos encontrado a Cristo en el Cirio Pascual… Qué alegría la de aquellas mujeres que encontraron el sepulcro vació … Mantengamos esa alegría en nuestro corazón.
Iba a ser una Vigilia muy especial, dos chicas jóvenes fueron bautizadas, Zacairi y Noémi, las cuales habían recibido la catequesis en la entidad social para mujeres TERRAL. Una vez neófitas, Zacairi recibiría el sacramento de la confirmación y ambas la Primera Comunión.
Renovamos las promesas del bautismo con nuestras velitas, encendidas de nuevo con la Luz Pascual; recibimos la aspersión del agua bendita; y el incienso, después de haber incensado el Cirio, el Cristo del altar, la imagen de Santa María de Montalegre, los celebrantes y los ministros laicos.
La alegría de los cristianos allí presentes, ante tantos dones recibidos, era indudable, y seguimos alegres.
¡Felices Pascuas!, Isabel Hernández Esteban