SEDE VACANTE

En el momento en que este editorial vea la luz nos encontraremos en la Iglesia en periodo de Sede Vacante. Significa que en estos momentos estamos en un momento de cambio de Papa. Por motivos que S.S Benedicto XVI explicó, con absoluta libertad y tomando su decisión con la clara conciencia de estar cumpliendo así la voluntad de Dios, renunció a seguir como cabeza de la Iglesia para dejar paso a un nuevo Papa, el que serà el 266 sucesor de San Pedro.
Esta Sede Vacante tiene unas características diferentes de las que se han producido en los últimos siglos: no ha habido fallecimiento del Papa. Hace pocos días el Papa ha explicado que ahora se dedicará a una vida de oración más intensa, apartado ya de la brega diaria al frente de la Iglesia.
Nos queda una gran deuda de agradecimiento con él. Mientras ha ocupado la Sede de Pedro ha puesto todas sus energías al servicio de la Iglesia. Lo ha dado todo. Ha agotado toda sus energías llevando esta carga. Con imagen gráfica podríamos decir que se ha exprimido… Es obligación de todos seguir rezando por él para que Dios le bendiga abundantemente y le conceda la paz que desea hasta el momento de llamarlo a su presencia.
Pocos días después de comenzado el mes de marzo, en una fecha que en el momento de escribir estas líneas todavía no está fijada, se convocará el cónclave de cardenales que tendrá como misión elegir el nuevo Sumo Pontífice. Los cardenales estarán reunidos un tiempo indefinido hasta que la Fumata blanca nos informe de que ellos ya han elegido a la persona que ocupará la Cátedra de San  Pedro y que ha dado su conformidad. Será el momento gozoso del “Habemus Papam!”
Y desde el primer momento, pero especialmente durante el Cónclave hemos de unirnos todos en oración al Espíritu Santo para que la elección que realizarán los cardenales allí reunidos sea la que Dios quiere, y que desde el primer momento le llene al elegido de las gracias necesarias para poder llevar adelante la misión y carga que le será encomendada.
Siempre se necesita que recemos por la cabeza de la Iglesia, así lo hacían los primeros cristianos, y lo han hecho los cristianos a lo largo de los siglos. Y así lo haremos también nosotros uniéndonos a esta tradición multisecular.

Mn Francesc Perarnau

Empieza la Cuaresma

Todavía con el recuerdo reciente de la Navidad, empezamos ya el tiempo de cuaresma, un tiempo que nos habla aún de la fiesta lejana de la Pascua, la más importante del Año Cristiano.

La cuaresma es un tiempo de preparación en el que procuramos renovar nuestra vida cristiana. Tradicionalmente la Iglesia propone que la preparación se realice a través de la oración, del sacrificio y de la preocupación por los demás (oración, ayuno, limosna).

San León Magno ponía el acento en la necesidad de ejercitarse especialmente en la virtud de la caridad: “Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días cuaresmales nos invitan a ello de un modo más apremiante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en el alma y en el cuerpo, debemos poner un interés especialísimo en esta virtud, que contiene en sí todas las otras y cubre la multitud de los pecados”.

Los buenos deseos conviene concretarlos en acciones concretas. Muchas personas están cargadas de ellos en su interior, pero no acaban de realizarlos por no traducirlos en propósitos. En el Evangelio encontramos un buen listado de propuestas del Señor sobre el modo de ejercitar la Caridad con los demás. Tenemos bien presente aquellas palabras de Jesús, recogidas por Sant Mateo (Mt. 25, 31): “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis, era peregrino y me hospedasteis…”. Palabras que nos conviene meditar y que nos han de mover a hacer nuestros propósitos para la vida diaria. Es bueno que estén relacionados con el entorno en el que nos movemos habitualmente y que sean sencillos de formular y de llevar a la práctica: sonreír más, escuchar con atención, ser más amable, dar las gracias, callar posibles reproches, ofrecerse para ayudar sin que nos lo tengan que pedir… Con imaginación se puede hacer una pequeña lista de la que después podemos examinarnos.

Este esfuerzo por afinar en la caridad con los demás seguro que nos ayuda en la lucha contra nuestro egoísmo y así nos hace mejores y agrada a Dios.

Es una buena manera de vivir la cuaresma y de prepararnos para la Pascua.

Mn. Francesc Perarnau

EL PAPA Y LOS REYES MAGOS

Hace poco tiempo algunos periódicos recogían la noticia con grandes titulares: el Papa había escrito en su libro sobre la infancia del Señor que los Reyes Magos eran de Andalucía.

La noticia no dejaba de sorprender y, lógicamente venían ganas de leer lo que en realidad había escrito el Papa, para poder tener una idea clara de su reflexión. El Papa , de hecho, decía estas palabras que copiamos a continuación: “Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60(*). Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios.

La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartessos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa”.

Como se puede comprobar, nada tiene que ver lo que dice el Papa en el libro con la procedencia andaluza de esos Magos que aparecen en el Evangelio.

Lo peor de todo es que esa noticia que, por otra parte, no tiene más trascendencia, muestra una vez más cómo algunos pueden destruir una labor profunda de un experto en Sagrada Escritura con unos comentarios jocosos que quedan muy lejos del sentido real que el escritor, en este caso el Papa, escribe en su libro.

De cualquier modo, nos queda la lección bien aprendida. Aunque a veces pueda resultar un poco arduo, vale la pena leer en directo los tres libros sobre la Vida de Jesús que el Papa ha publicado en los últimos años. Beber en esa fuente sin intermediarios que nos quieran explicar lo que el Papa quiere decir, nos ayuda a conocer mejor al Señor. Lo haremos a través de la luz que nos aporta la reflexión sabia de un hombre de Dios, que además es un gran teólogo y en estos momentos el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia.

Mn Francesc Perarnau

(*)

Salmo 72, 10 y ss  (…)que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas / le paguen tributo. / Que los reyes de Arabia y de Sebá  le traigan regalos; / que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones.

Isaias 60, 6 (…) Te verás cubierta de caravanas de camellos / que vienen de Madián y de Efá; / vendrán todos los de Sabá, /cargados de oro y de incienso, / y proclamarán las acciones gloriosas del Señor.

El Árbol de Navidad: Un símbolo

Algunas personas ven el  árbol de Navidad como perteneciente a una simbología pagana que se ha “infiltrado” entre las costumbres cristianas. En realidad se trata de un error. Es verdad que ha venido de fuera. Nace, sí, a partir de unas celebraciones paganas, pero hace muchos siglos que fueron cristianizadas por los Evangelizadores.

Los antiguos germanos tenían la creencia de que el mundo y todas las estrellas que se pueden contemplar en los cielos estaban como colgados de las ramas de un árbol gigantesco que sería el Dios Odín. A ese Dios le rendían culto en el día del solsticio de invierno, muy cercano a la celebración cristiana de la Navidad, momento en que los días que hasta este momento han sido cada vez más cortos, empiezan de nuevo a crecer, y parece que la vida se renueva. La celebración festiva consistía en adornar un roble con antorchas que representaban a los astros del cielo mientras bailaban y cantaban a su alrededor.

San Bonifacio, evangelizador de Alemania e Inglaterra, aprovechó aquella manera de celebrar y, con gran sabiduría catequética, la transformó en celebración cristiana. No se trataba de destruir, sino de reconducir, de llevar a plenitud de sentido. Cortó el roble de las celebraciones y plantó en su lugar un abeto, árbol de hoja siempre verde, símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole así un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.

Como se puede ver también el árbol de Navidad está cargado de sentido, que junto al nacimiento, tan propio de nuestras tierras, y a los villancicos, dan a nuestras casas y ciudades ese “ambiente de Navidad” tan propio de estos días.

Mn Francesc Perarnau

Tiempo de Elecciones

Entramos en el mes de noviembre, penúltimo del año, que viene esta vez marcado por las elecciones al Parlamento de Catalunya que se han de realizar a finales del mes. Es un tema muy importante para el presente y futuro inmediato de Catalunya y es lógico que las diferentes visiones políticas que conviven en nuestra sociedad se enfrenten -siempre democráticamente- y que sean los ciudadanos, de acuerdo con las leyes vigentes los que decidan que tipo de gobierno prefieren.

Los Obispos de Catalunya, teniendo en cuenta su responsabilidad en la misión de maestros de los fieles cristianos, dieron unas orientaciones generales que conviene tener presentes a la hora de afrontar este período de la vida ciudadana. En el escrito emanado de la Conferencia Episcopal Tarraconense se señala que, “en un régimen democrático, cada ciudadano debe poder manifestar las propias convicciones y hacer camino con los demás, pensando que «una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es la que se propone como meta prioritaria el bien común, en tanto que bien de todos los hombres y de todo el hombre» (Compendio Doctrina Social de la Iglesia n. 165).

Al mismo tiempo se señala que las elecciones democráticas exigen el derecho y el deber de de ejercer el propio voto, con libertad y responsabilidad.

Una vez más los obispos de Catalunya recuerdan que no les corresponde optar por ninguna de las legítimas opciones que se presentarán, siempre que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos, y que buscan con paciencia la paz y la justicia.

Es evidente que no hay una solución “católica” a la mayor parte de los problemas que se presentan en la sociedad, y que nadie posee tampoco “la verdad” en un terreno en el que se admiten muchas propuestas, la mayor parte de ellas legítimas y posibles. Cada partido propondrá aquellas soluciones que piense oportunas y los ciudadanos, en una democracia que es ya adulta, en libertad y con la consiguiente responsabilidad, han de decidir con su voto lo que entiendan que es mejor para el bien común.

Pidamos a Dios que ilumine a los que habrán de gobernar para que sean verdaderos servidores del bien común y busquen “el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas a fin de lograr soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura. (“Al servei del nostre poble” 2011, n. 5)

Mn Francesc Perarnau

A las puertas del Año de la Fe

Con la Carta Apostólica Porta Fidei, fechada el dia 11 de octubre del año pasado, el Santo Padre Benedicto XVI anunció el “Año de la Fe”.

El documento consta de 15 puntos en los que el Papa desgrana una serie de orientaciones para que todos podamos profundizar en las raíces de nuestra fe cristiana, en cómo la vivimos y en cómo nos convertimos en testigos creíbles de la misma.

Como el mismo Papa señala en el documento, esta convocatoria responde a unos felices aniversarios que confluyen en este tiempo: el dia 11 de octubre se cumple el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el beato Papa Juan Pablo II, y que fue considerado por él como un fruto precioso del Concilio.

Evidentemente todos tenemos una conciencia clara de la importancia tanto del Concilio como de la publicación del Catecismo. Puede ser éste un buen momento para que leamos, si no lo hemos hecho, o para que releamos el Catecismo de la Iglesia Católica. Un extraordinario trabajo que expone de manera estupenda los contenidos de nuestra fe, en las conocidas cuatro partes: lo que creemos, lo que celebramos, lo que vivimos, como rezamos.

Conviene que los cristianos conozcamos bien nuestra fe, que no nos conformemos simplemente con las nociones básicas, con los rudimentos de la fe que nos dieron en las catequesis de la Primera Comunión o de la la Confirmación.

Los sacerdotes nos encontramos con frecuencia, en nuestra labor pastoral, con personas que han de enfrentarse a los problemas que presentan para la fe las circunstancias del mundo actual, con el pobre bagaje de una catequesis sencilla de una lejana Primera Comunión. La fe tiene que desarrollarse y que profundizarse. Es importante para nosotros mismos y para el testimonio que hemos de dar en el mundo. En estos momentos nuestros coetáneos nos piden que hagamos aquello que San Pedro  recomendó a nuestros primeros hermanos en la fe: dar razón de su esperanza.

Y el Catecismo es un instrumento ideal para que encontremos allí contenidos profundos de la fe y el modo de explicarlos a quienes nos lo pidan.

Mn Francesc Perarnau

 

En Septiembre recomenzamos

Para los alumnos de los colegios y de las universidades, el mes de septiembre marca el inicio de un nuevo curso. Pero esto no es solamente para ellos, también se habla de un nuevo curso político y, en general, después del parón que ha supuesto el mes de agosto, todos tenemos la impresión de que “volvemos a empezar”.

De alguna manera, en el mes de septiembre todos recomenzamos: recomienza la vida escolar, la vida universitaria, la vida política y la laboral…

Aunque en Montalegre no hemos detenido la actividad pastoral a lo largo del verano, puesto que la iglesia ha estado abierta todos los días y se han mantenido las Misas y los retiros, sí se han notado las ausencias de los sacerdotes que, por turnos, ha tomado un tiempo para sus necesarias vacaciones y también se ha notado en la atención de despachos, tanto de la iglesia como de la Acció Social.

Y ahora “volvemos a empezar”.

Abrirán los despachos, volverán las actividades, aparecerán nuevas iniciativas para un año especial que se despliega ante nosotros.

En nuestro horizonte cercano vemos con esperanza el comienzo en el mes de octubre del Año de la Fe que ha convocado el papa Benedicto XVI. Será un año estupendo en el que el Romano Pontífice nos pide a todos los católicos que sepamos dar “un testimonio creíble” de nuestra fe. Se trata de implicarse en esta ilusión del Papa, de escucharle y de procurar estar en sintonía con lo que nos está pidiendo en estos momentos. A medida que nos acerquemos al comienzo de este Año de la Fe, los Obispos nos irán marcando el camino por donde debe irse desarrollando nuestra vida cristiana.

Mn Francesc Perarnau

Juegos Olímpicos

Este mes de agosto nos esperan los Juegos Olímpicos, un acontecimiento universal que se repite cada 4 años y que centrará la atención de millones de personas de todo el mundo durante bastantes días.

A lo largo de este tiempo veremos actuar muchos atletas, hombres y mujeres, en diferentes especialidades deportivas, en unos casos en deportes individuales, en otros en equipo. Y lo que contemplaremos nos hablará siempre de esfuerzo y superación para alcanzar unos objetivos. Miles de jóvenes han estado preparándose, esforzándose, luchando contra sus propios límites para poder llegar a competir en los Juegos.

De hecho el deporte, la práctica deportiva, con sus exigencias y sacrificios, dedicación y esfuerzo, desde el comienzo del cristianismo ha sido un punto de referencia en el que los predicadores se han fijado para hablar de la vida cristiana.

El mismo San Pablo lo hacía dirigiéndose a los Corintios:

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibe el premio? Corred de tal modo que lo alcancéis. Todo el que toma parte en el certamen atlético se abstiene de todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en cambio, una incorruptible. Así pues, yo corro no como a la ventura, lucho no como el que golpea al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, habiendo predicado a otros, sea yo reprobado.(1 Co 9, 24)

La vida espiritual tiene grandes similitudes con la vida de los deportistas, con la gran diferencia de que la vida espiritual es para todos, jóvenes y mayores, que han de competir contra ellos mismos. Las virtudes cristianas necesitan la ayuda de Dios, pero también la correspondencia particular de cada persona,  con la ilusión de llegar cada día un poco más allá, como los deportistas: un centímetro más alto, un centímetro más lejos, un segundo más rápido…

Además en esta Olimpiada el triunfo de uno no excluye a los demás, todos pueden alcanzar el lugar más alto de podio, todos podemos ser campeones.

Mn Francesc Perarnau

La devoción a los Santos

A lo largo del año litúrgico brillan muy especialmente las fiestas de la vida del Señor y de la Santísima Virgen. También, como una corona que enmarca todo el año, encontramos las celebraciones de los santos. No hay día en que no se recuerde a algún santo. Son muchos los que están en el santoral, que vendría a ser como el “listado oficial” por decirlo de algún modo. Pero sabemos que hay muchos más. Hay muchos mártires en el Cielo, gozando ya de la eterna bienaventuranza; no sabemos sus nombres, pero tenemos la certeza de su santidad. Hay muchos otros hombres y mujeres, laicos, religiosos, miembros del clero…, tenemos la seguridad de que son una multitud, que han vivido su fe plenamente y que han alcanzado la santidad desempeñando sus deberes ordinarios,  muchas veces muy sencillos, con mucho amor.
A quienes vivimos aún en la tierra y estamos llamados a la santidad, como solemnemente nos recuerda a todos el Concilio Vaticano II, a veces nos puede parecer una meta muy alta, quizá inalcanzable. Sentimos el peso de las miserias y de los pecados. Quizá, ante las derrotas que sufrimos en nuestras peleas por ser mejores, nos venga la tentación del desánimo, del “no voy a poder…”
Es entonces cuando hay que mirar a esos hermanos nuestros que ya han llegado.
La Iglesia nos propone la vida de los santos como modelo, que nos sirve de referencia, que nos marca un camino o un ejemplo a seguir… Por eso siempre ha ayudado la lectura de las biografías de los santos, al proponernos caminos de santidad tan diversos.
Al mismo tiempo los santos son también intercesores. Desde siempre la Iglesia ha confiado en la intercesión de los santos.
En el Evangelio descubrimos cómo la Santísima Virgen o los apóstoles se acercan a Jesús para interceder por otros. El ejemplo más precioso es la petición de María a Jesús en Caná de Galilea: ¡No tienen vino! Con que mirada y con que gesto María acompañaría aquella corta petición… Así se presenta delante de su Hijo con las peticiones que cada día sus hijos en el mundo le confiamos.
Vemos también a los Apóstoles repartir entre el pueblo aquellos panes y aquellos peces que el Señor había multiplicado. Así los santos se convierten en distribuidores de las gracias y dones que Jesús ha puesto en sus manos para nuestro provecho.

Mn Francesc Perarnau

El Corazón del Dios encarnado

La Fe nos enseña que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad Santísima, el Hijo, que tomó la naturaleza humana. Por tanto es “Dios y hombre verdadero”, tal como rezamos en el Credo. En Jesús vemos como Dios mismo encarna y hace viva la idea que tiene el Creador del ser humano: Dios encarnando su idea de hombre.

Por eso es el modelo perfecto.

Podemos por tanto afirmar que Dios nos ama en Jesús con un corazón humano.

El corazón es el símbolo del amor. Decimos: se piensa con la cabeza, pero se ama con el corazón. De alguna manera imaginamos que la cabeza es el lugar del razonamiento puro, que es visto como algo frío y distante, mientras que en el corazón hierven los sentimientos, los afectos, las emociones, de las que el amor podríamos decir que es el exponente más elevado.

Entramos en el mes de Junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En este mes se celebra la Solemnidad y se nos invita a considerar la grandeza del amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo hasta el extremo de entregarse hasta la muerte en la Cruz. Esta entrega total que queda simbolizada plenamente en el momento en que el soldado le atravesó el corazón con la lanza, del que brotó sangre y agua (cfr. Juan 19, 34)

El Catecismo de la Iglesia lo sintetiza en estas palabras:

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo…del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).(Catecismo de la Iglesia Católica 478)

Aunque ha existido siempre en la Iglesia, la Devoción al Sagrado Corazón crece en especialmente desde que en el siglo XVII en que el Señor se apareció a Santa Margarita de Alacoque. El 16 de junio de 1675 Nuestro Señor  le mostró su Corazón a la Santa: Un Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”

La devoción al Sagrado Corazón consistirá precisamente en amar y reparar por el Amor no correspondido: Reparación y desagravio, por las muchas ofensa que ha recibido y sigue recibiendo en el mundo, muy especialmente en la Eucaristía.

Mn. Francesc Perarnau

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