A las puertas del Año de la Fe

Con la Carta Apostólica Porta Fidei, fechada el dia 11 de octubre del año pasado, el Santo Padre Benedicto XVI anunció el “Año de la Fe”.

El documento consta de 15 puntos en los que el Papa desgrana una serie de orientaciones para que todos podamos profundizar en las raíces de nuestra fe cristiana, en cómo la vivimos y en cómo nos convertimos en testigos creíbles de la misma.

Como el mismo Papa señala en el documento, esta convocatoria responde a unos felices aniversarios que confluyen en este tiempo: el dia 11 de octubre se cumple el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el beato Papa Juan Pablo II, y que fue considerado por él como un fruto precioso del Concilio.

Evidentemente todos tenemos una conciencia clara de la importancia tanto del Concilio como de la publicación del Catecismo. Puede ser éste un buen momento para que leamos, si no lo hemos hecho, o para que releamos el Catecismo de la Iglesia Católica. Un extraordinario trabajo que expone de manera estupenda los contenidos de nuestra fe, en las conocidas cuatro partes: lo que creemos, lo que celebramos, lo que vivimos, como rezamos.

Conviene que los cristianos conozcamos bien nuestra fe, que no nos conformemos simplemente con las nociones básicas, con los rudimentos de la fe que nos dieron en las catequesis de la Primera Comunión o de la la Confirmación.

Los sacerdotes nos encontramos con frecuencia, en nuestra labor pastoral, con personas que han de enfrentarse a los problemas que presentan para la fe las circunstancias del mundo actual, con el pobre bagaje de una catequesis sencilla de una lejana Primera Comunión. La fe tiene que desarrollarse y que profundizarse. Es importante para nosotros mismos y para el testimonio que hemos de dar en el mundo. En estos momentos nuestros coetáneos nos piden que hagamos aquello que San Pedro  recomendó a nuestros primeros hermanos en la fe: dar razón de su esperanza.

Y el Catecismo es un instrumento ideal para que encontremos allí contenidos profundos de la fe y el modo de explicarlos a quienes nos lo pidan.

Mn Francesc Perarnau

 

En Septiembre recomenzamos

Para los alumnos de los colegios y de las universidades, el mes de septiembre marca el inicio de un nuevo curso. Pero esto no es solamente para ellos, también se habla de un nuevo curso político y, en general, después del parón que ha supuesto el mes de agosto, todos tenemos la impresión de que “volvemos a empezar”.

De alguna manera, en el mes de septiembre todos recomenzamos: recomienza la vida escolar, la vida universitaria, la vida política y la laboral…

Aunque en Montalegre no hemos detenido la actividad pastoral a lo largo del verano, puesto que la iglesia ha estado abierta todos los días y se han mantenido las Misas y los retiros, sí se han notado las ausencias de los sacerdotes que, por turnos, ha tomado un tiempo para sus necesarias vacaciones y también se ha notado en la atención de despachos, tanto de la iglesia como de la Acció Social.

Y ahora “volvemos a empezar”.

Abrirán los despachos, volverán las actividades, aparecerán nuevas iniciativas para un año especial que se despliega ante nosotros.

En nuestro horizonte cercano vemos con esperanza el comienzo en el mes de octubre del Año de la Fe que ha convocado el papa Benedicto XVI. Será un año estupendo en el que el Romano Pontífice nos pide a todos los católicos que sepamos dar “un testimonio creíble” de nuestra fe. Se trata de implicarse en esta ilusión del Papa, de escucharle y de procurar estar en sintonía con lo que nos está pidiendo en estos momentos. A medida que nos acerquemos al comienzo de este Año de la Fe, los Obispos nos irán marcando el camino por donde debe irse desarrollando nuestra vida cristiana.

Mn Francesc Perarnau

Juegos Olímpicos

Este mes de agosto nos esperan los Juegos Olímpicos, un acontecimiento universal que se repite cada 4 años y que centrará la atención de millones de personas de todo el mundo durante bastantes días.

A lo largo de este tiempo veremos actuar muchos atletas, hombres y mujeres, en diferentes especialidades deportivas, en unos casos en deportes individuales, en otros en equipo. Y lo que contemplaremos nos hablará siempre de esfuerzo y superación para alcanzar unos objetivos. Miles de jóvenes han estado preparándose, esforzándose, luchando contra sus propios límites para poder llegar a competir en los Juegos.

De hecho el deporte, la práctica deportiva, con sus exigencias y sacrificios, dedicación y esfuerzo, desde el comienzo del cristianismo ha sido un punto de referencia en el que los predicadores se han fijado para hablar de la vida cristiana.

El mismo San Pablo lo hacía dirigiéndose a los Corintios:

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibe el premio? Corred de tal modo que lo alcancéis. Todo el que toma parte en el certamen atlético se abstiene de todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en cambio, una incorruptible. Así pues, yo corro no como a la ventura, lucho no como el que golpea al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, habiendo predicado a otros, sea yo reprobado.(1 Co 9, 24)

La vida espiritual tiene grandes similitudes con la vida de los deportistas, con la gran diferencia de que la vida espiritual es para todos, jóvenes y mayores, que han de competir contra ellos mismos. Las virtudes cristianas necesitan la ayuda de Dios, pero también la correspondencia particular de cada persona,  con la ilusión de llegar cada día un poco más allá, como los deportistas: un centímetro más alto, un centímetro más lejos, un segundo más rápido…

Además en esta Olimpiada el triunfo de uno no excluye a los demás, todos pueden alcanzar el lugar más alto de podio, todos podemos ser campeones.

Mn Francesc Perarnau

La devoción a los Santos

A lo largo del año litúrgico brillan muy especialmente las fiestas de la vida del Señor y de la Santísima Virgen. También, como una corona que enmarca todo el año, encontramos las celebraciones de los santos. No hay día en que no se recuerde a algún santo. Son muchos los que están en el santoral, que vendría a ser como el “listado oficial” por decirlo de algún modo. Pero sabemos que hay muchos más. Hay muchos mártires en el Cielo, gozando ya de la eterna bienaventuranza; no sabemos sus nombres, pero tenemos la certeza de su santidad. Hay muchos otros hombres y mujeres, laicos, religiosos, miembros del clero…, tenemos la seguridad de que son una multitud, que han vivido su fe plenamente y que han alcanzado la santidad desempeñando sus deberes ordinarios,  muchas veces muy sencillos, con mucho amor.
A quienes vivimos aún en la tierra y estamos llamados a la santidad, como solemnemente nos recuerda a todos el Concilio Vaticano II, a veces nos puede parecer una meta muy alta, quizá inalcanzable. Sentimos el peso de las miserias y de los pecados. Quizá, ante las derrotas que sufrimos en nuestras peleas por ser mejores, nos venga la tentación del desánimo, del “no voy a poder…”
Es entonces cuando hay que mirar a esos hermanos nuestros que ya han llegado.
La Iglesia nos propone la vida de los santos como modelo, que nos sirve de referencia, que nos marca un camino o un ejemplo a seguir… Por eso siempre ha ayudado la lectura de las biografías de los santos, al proponernos caminos de santidad tan diversos.
Al mismo tiempo los santos son también intercesores. Desde siempre la Iglesia ha confiado en la intercesión de los santos.
En el Evangelio descubrimos cómo la Santísima Virgen o los apóstoles se acercan a Jesús para interceder por otros. El ejemplo más precioso es la petición de María a Jesús en Caná de Galilea: ¡No tienen vino! Con que mirada y con que gesto María acompañaría aquella corta petición… Así se presenta delante de su Hijo con las peticiones que cada día sus hijos en el mundo le confiamos.
Vemos también a los Apóstoles repartir entre el pueblo aquellos panes y aquellos peces que el Señor había multiplicado. Así los santos se convierten en distribuidores de las gracias y dones que Jesús ha puesto en sus manos para nuestro provecho.

Mn Francesc Perarnau

El Corazón del Dios encarnado

La Fe nos enseña que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad Santísima, el Hijo, que tomó la naturaleza humana. Por tanto es “Dios y hombre verdadero”, tal como rezamos en el Credo. En Jesús vemos como Dios mismo encarna y hace viva la idea que tiene el Creador del ser humano: Dios encarnando su idea de hombre.

Por eso es el modelo perfecto.

Podemos por tanto afirmar que Dios nos ama en Jesús con un corazón humano.

El corazón es el símbolo del amor. Decimos: se piensa con la cabeza, pero se ama con el corazón. De alguna manera imaginamos que la cabeza es el lugar del razonamiento puro, que es visto como algo frío y distante, mientras que en el corazón hierven los sentimientos, los afectos, las emociones, de las que el amor podríamos decir que es el exponente más elevado.

Entramos en el mes de Junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En este mes se celebra la Solemnidad y se nos invita a considerar la grandeza del amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo hasta el extremo de entregarse hasta la muerte en la Cruz. Esta entrega total que queda simbolizada plenamente en el momento en que el soldado le atravesó el corazón con la lanza, del que brotó sangre y agua (cfr. Juan 19, 34)

El Catecismo de la Iglesia lo sintetiza en estas palabras:

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo…del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).(Catecismo de la Iglesia Católica 478)

Aunque ha existido siempre en la Iglesia, la Devoción al Sagrado Corazón crece en especialmente desde que en el siglo XVII en que el Señor se apareció a Santa Margarita de Alacoque. El 16 de junio de 1675 Nuestro Señor  le mostró su Corazón a la Santa: Un Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”

La devoción al Sagrado Corazón consistirá precisamente en amar y reparar por el Amor no correspondido: Reparación y desagravio, por las muchas ofensa que ha recibido y sigue recibiendo en el mundo, muy especialmente en la Eucaristía.

Mn. Francesc Perarnau

En Mayo visitamos a la Virgen

Como viene siendo ya una tradición en Montalegre, en el mes de Mayo realizaremos una peregrinación que, salvo alguna excepción, como la del año 2011 en que peregrinamos a Tierra Santa, suele ser una peregrinación Mariana.
Después de Montserrat, Torreciudad, Lourdes y Fatima, este años viajaremos a París, para conocer allí y rezar en la Iglesia de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, lugar donde se apareció Nuestra Señor a Santa Catalina Laboure en 1830.
A esta advocación Mariana está vinculada nuestra iglesia de Montalegre desde hace muchos años. Fue el día 27 de diciembre de 1907 cuando la Junta rectora de la Casa de la Caridad, a la que pertenecía la Iglesia de Montalegre, decidió que se construyera “una capilla dedicada a honrar a la Santísima Virgen, bajo su advocación de la Medalla Milagrosa, conforme a lo solicitado por las Hermanas de San Vicente de Paul que cuidan del Establecimiento(…)“,  según está escrito en el acta de la reunión.
La capilla se construyó en menos de un año y pudo ser inaugurada el dia 27 de noviembre de 1908, día de la fiesta de la Medalla Milagrosa, justo en el segundo aniversario de la segunda aparición de la Virgen.
Son muchas las personas que se acercan a esta capilla para encomendarse a la Virgen y para hacerse con una pequeña medalla, que siempre pueden encontrar allí. Esta imagen, ya centenaria, nos recuerda con sus rayos que María vela por sus hijos, derramando abundantes gracias sobre ellos.
La medalla tiene su origen en un encargo de la Santísima Virgen a Santa Catalina, y que ella llevó fielmente a término. La Medalla se llamaba de la Inmaculada Concepción, pero poco a poco fue conocida como la Medalla Milagrosa debido a los favores que obtenían de María las personas que la usaban.
No hace mucho, el viernes Santo recordábamos como Jesús, ya en la cruz, pedía a Nuestra Señora que continuara su labor maternal con sus discípulos. Y así lo hizo desde el primer momento, y  lo ha seguido haciendo a lo largo de los siglos. Normalmente sini hacer ruido, pero a veces, cuando ha sido necesario, de maneras mucho mas notorias, de una manera muy especial recordamos las apariciones de María en Fátima, con manifestaciones tan importantes sobre la naturaleza.
Es lógico que a lo largo del mes de Mayo, dedicado a la Santísima Virgen busquemos la manera de honrarla como ella se merece. Hay muchas maneras de hacerlo, pero no pueden faltar las Romerías, los Rosarios rezados personalmente o mejor aún en familia, la participación en encuentros marianos…
Y no pueden faltar los pequeños detalles con ella, una flor, un canto una jaculatoria que le dirigimos con el corazón.
Y tengamos la certeza de que ella no se dejará ganar en generosidad.

Mn Francesc Perarnau

Semana Santa

Es la semana a la que llegamos después de la larga peregrinación de la Cuaresma, durante la cual nos hemos ido disponiendo espiritualmente para celebrar con fruto estos días, el momento culminante de la Redención, con la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

En esta semana la liturgia de la Iglesia quiere seguir el curso natural de los días, tal como pasaron las cosas hace dos mil años. Todo empezará el domingo de Ramos.

Domingo de Ramos

El domingo antes de la Pasión, Jesús hizo una entrada impresionante en Jerusalén, porque lo hizo sobre un asno, como los reyes antiguos en Israel, y la gente del pueblo, que aquellos días llenaba Jerusalén porque había ido a celebrar la fiesta de la Pascua judía, lo aclamaron triunfalmente. Y lo saludaban agitando palmas y ramas de árboles, y cantando hosannas a su paso.

De esto nos queda un recuerdo en la Misa principal de hoy, con la bendición de los Ramos.

Aunque haya este aire de alegría y de triunfo, en el Evangelio de la Misa leeremos la Pasión entera, o al menos la parte principal, y queda muy claro que entramos en los momentos más trascendentes de la vida de Jesús. Estamos a punto de celebrar la Pasión. Saldremos de la Misa del domingo con el corazón encogido, esperando los días mas santos del año. E iniciaremos, así, la Semana Santa.

Jueves Santo: La Eucaristía

En el jueves Santo el ritmo de la vida de la Iglesia es todavía más lento que los otros días, porque quiere recordar, paso a paso, lo que sucedió aquel día en la vida de Jesús.

Por la mañana los obispos celebran con los sacerdotes de sus diócesis la Misa Crismal, que es la Misa donde se consagrarán los óleos sagrados que a lo largo del año se usarán para algunas ceremonias, como la unción de los enfermos, los bautizos o las confirmaciones.

Pero el pueblo está invitado a la Misa que se celebra a media tarde y que tiene como hecho más importante el momento en que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, y que mandó a sus discípulos que la celebraran en recuerdo de su memoria.

El Santísimo Sacramento queda después de la Misa reservado en lugares especiales, que denominamos Monumentos, muy engalanados para facilitar que los fieles puedan adorar al Dios que se nos da de este modo tan sorprendente, bajo estas apariencias de pan.

En muchos lugares existe la tradición de visitar Monumentos en diferentes iglesias, y hacer así varías estaciones al Santísimo Sacramento.

Viernes Santo: la Pasión

El Viernes Santo es el día de la Pasión de Jesús.

Es el día más triste del año cristiano. Y todo nos invita a estar más bien serios y recogidos, procurando sentir con la Iglesia aquellos momentos durísimos del juicio, condena, pasión y muerte de Jesús.

Tradicionalmente era un día en que los cristianos procuraban evitar manifestaciones externas de ruido y alegría por respeto a la memoria de lo que Jesús estaba sufriendo aquel día. Las personas mayores recordarán que esto se traducía incluso en el tipo de música que se escuchaba.

Lógicamente, lo más importante es la disposición interior. Estas manifestaciones exteriores nada significarían si no fueran un reflejo de nuestro interior.

Para los que han cumplido ya 18 años, y todavía no tienen 59 es un día de ayuno, tal como recordamos al hablar de la Cuaresma.

Sábado Santo: La Iglesia vela en silencio

El Sábado Santo es un día sin liturgia. La Iglesia recordará en este día que Jesús está muerto, encerrado dentro de un sepulcro frío, vigilado por los soldados romanos… Es un día de espera.

Vigilia Pascual

Acaba la Semana Santa con la celebración de la Resurrección de Jesús, al tercer día después de la muerte en la Cruz. Es el momento culminante del año cristiano: Jesús triunfa con su resurrección sobre la muerte, la gran enemiga de la humanidad. La Resurrección es la gran señal que Él mismo había prometido para certificar que su enseñanza era verdad.

Jesús resucitó la noche del sábado al domingo, por eso los cristianos nos encontramos en primera hora de la noche para celebrar la resurrección en la Vigilia Pascual. El rito de la celebración es seguramente uno de los más ricos y más bonitos de toda la liturgia católica y es aconsejable seguirlo con atención para poder disfrutar de toda su riqueza.

En la celebración de la Vigilia Pascual es conveniente no dejarnos llevar por las prisas.

Hemos de dejar las preocupaciones fuera de la iglesia, para emocionarnos siguiendo la historia de la salvación y sentir la alegría profunda de la resurrección de Jesús.

RECORDAMOS…

 Sólo los domingos son días de precepto durante esta semana. No lo son ni el Jueves ni el Viernes Santos. El hecho de que no sean días de precepto no excluye que no sea muy interesante participar en la liturgia: nos hará mucho bien.

 

Mn Francesc Perarnau

 

Espíritu de Penitencia

Se trata de un tema típico de la ascética cristiana.

Todo el que se ha propuesto vivir una vida cristiana y quiere llevar a la práctica el mandamiento del Señor, que Él mismo resume en amar a Dios, amar al prójimo, sabe que las principales dificultades no vienen de fuera, vienen de dentro. Esto no es nuevo, también Jesús lo había enseñado: se del interior de la persona, de su corazón, de donde salen todos los males. Dice Jesús: “Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, injurias. Estas son las cosas que hacen impuro un hombre. “(Mt. 15, 19)

Y cualquier persona con un poco de experiencia en la vida ascética sabe reconocer en su interior estas tendencias, y sabe que solo luchando contra ellas podrá progresar en su camino hacia la santidad.

¿Que le pasa al corazón humano?

Este desorden interior viene de antiguo: nos habla de la herencia lejana que nos lleva hasta el Pecado Original. Recibimos en herencia una naturaleza que está manchada de origen, que lleva la marca de aquel pecado con que Adán y Eva se rebelaron contra el Creador.

La lucha cristiana es en primer lugar contra estas tendencias interiores que nos llevan a centrarnos en nosotros mismos, a ser egoístas, con todas las consecuencias que acompañan al egoísmo.

El espíritu de penitencia es el espíritu de la persona que quiere luchar contra estas inclinaciones que nos apartan de Dios y de los demás.

Se puede encontrar un texto antológico de San Josemaría explicando el espíritu de penitencia en la vida ordinaria en el libro Amigos de Dios n º 138

http://www.escrivaobras.org/book/amigos_de_dios-punto-138.htm

El tiempo de la Cuaresma es un buen momento para renovar la lucha en algunas de las manifestaciones que hay de egoísmo en nuestras vidas. Evidentemente no hay recetas generales porque, aunque todos lo tenemos, este defecto tiene muchas caras y quiere “un tratamiento personalizado”, podríamos decir. Es un buen tema para trabajar

Mn francesc Perarnau

Una Nueva Evangelización

Ciertamente la Iglesia, desde su fundación, nunca ha dejado de evangelizar; a lo largo de su historia bimilenaria ha cumplido siempre con el mandato de Jesús: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura (Mc. 16,15).

Fruto de esta Evangelización incesante es el hecho de que la doctrina cristiana está extendida por toda la tierra. En todos los continentes es posible encontrar la huella del Evangelio de Cristo, aunque, en algunos lugares, no haya llegado a calar en profundidad en la sociedad.

Pero, como el mismo Jesús anuncia en la parábola del sembrador, en algunos lugares donde la predicación se remonta hasta los mismo orígenes del cristianismo, parece que aquella semilla está siendo ahogada por abundantes espinos. Por motivos varios, seguramente por la negligencia de muchos cristianos, posiblemente también nosotros mismos nos hemos de acusar de esto, el campo de Dios ha sido descuidado, se ha permitido que crezcan en él las zarzas que han impedido que la buena semilla sembrada creciera y diera su fruto.
Desde hace mas de 25 años, el sucesor de Pedro nos convoca a lo que ha llamado una Nueva Evangelización. A ella estamos todos llamados, cada uno en la medida de sus posibilidades.
Se trata sobre todo de una nueva actitud, de una afán renovado de tomarse muy en serio la fe , de vivirla a fondo, de hacerla vida y de llevarla con la propia vida a todos los campos donde nos movamos; que los padres de familia la vivan en sus hogares, que la enseñen a sus hijos, que les muestren la maravilla del camino cristiano; que los cristianos seamos un ejemplo en el modo de vivir la grande virtudes, de modo muy especial la virtud de la Caridad, que, no lo olvidemos, es la virtud que nos distingue: Jesús nos lo dijo claramente, en esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros.
Como los primeros evangelizadores, el trabajo a desarrollar no será fácil, y con frecuencia, también como aquellos, en algunos lugares habrá que ir contracorriente, habrá que vencer la resistencia de un ambiente reacio a las enseñanzas de Jesús. Quizá haya que sufrir el pequeño martirio de la incomprensión o de la burla…  No debe importar demasiado. Se cumpliran entonces las palabras de Jesús en la Ultima Cena en las que, junto al aviso sobre las dificultades futuras, hay también la certeza del triunfo de Jesús: en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
Mn Francesc Perarnau

2012

Empezamos el año 2012.

Podemos decir que lo empezamos con cierto temor por las circunstancias actuales de crisis por las que esta atravesando nuestra sociedad. Los indicadores económicos que manejan los expertos hablan de perspectivas sombrías para este año que estrenamos; y cuando las perspectivas son sombrías, lo son también para muchas familias.

Todos sabemos que las soluciones políticas, sean las que sean, las que se van a tener que adoptar serán siempre dolorosas.

Ciertamente a todos afecta la situación pero, evidentemente, algunas familias, y muy especialmente algunas personas, por su situación particular, sufrirán más los efectos de la crisis. De todos es conocido que está ya sucediendo y es previsible que en un futuro no muy lejano sean muchas mas las personas que se vean engullidas por el remolino que lenta pero inexorablemente se va generando.

Nadie, y menos una persona cristiana, puede permanecer indiferente ante una situación así, en la que es tan claro y patente el sufrimiento de las personas. Nuestra conciencia cristiana nos dice que todos nos tenemos que implicar en la medida de nuestras posibilidades para ayudar a encontrar una solución a los graves problemas que se han generado ya y los que previsiblemente se generarán.

Es momentos como estos es cuando mas importante se hace la solidaridad, y cuando se puede valorar la calidad de las personas que conforman la sociedad. Una sociedad solidaria y  generosa, puede hacer frente con mayor seguridad a cualquier crisis que se presente.

Recientemente hemos podido comprobar con alegría la respuesta positiva que los ciudadanos de nuestro país han dado ante la petición realizada por distintos bancos de alimentos y organizaciones diversas. Son noticias positivas y esperanzadoras.  Si la piña es fuerte, si somos capaces de ayudarnos entre todos, si todos nos proponemos arrimar el hombro y hacer lo posible, si quienes pueden hacerlo dedican su tiempo, sus energías y recursos a colaborar en las organizaciones constituidas o que se constituirán en el futuro para canalizar los esfuerzos, entonces las posibilidades de vencer la crisis serán mucho mayores, se podrá aliviar el sufrimiento de muchos…

Todavía es tiempo.

Conviene que no perdamos de vista las palabras con las que, en las navidades del año 2008, el Papa Benedicto XVI nos ponía en guardia sobre el peligro que acecha permanetemente:

“Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las Naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”.(Benedicto XVI, 25 de diciembre de 2008)

 

Mn Francesc Perarnau

 

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