Con la Bula papal «Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5), el Papa Francisco nos introduce en el año santo que cada veinticinco años se convoca en la Iglesia desde tiempo inmemorial. En esta ocasión, el Papa ha querido que la esperanza constituya el mensaje central del año jubilar y desea “que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza»”
Hemos procurado prepararnos para este jubileo con todo un año centrados en la oración personal de cada uno, lo cual, nos facilita enormemente tener ese encuentro vivo y personal con el Señor, puerta de salvación, que nos propone el Santo Padre. Iniciemos este año fomentando el deseo profundo de acercarnos al Señor. Estos días pasados lo hemos hecho contemplando y adorando al Niño Dios nacido en Belén. Ahora corresponde a cada uno de nosotros ir a su encuentro con nuestras tareas diarias confiando en la abundante gracia de Dios que recibiremos si vivimos con fe e intensidad el año santo.
Para ello, será necesario querer y buscar la recepción de las indulgencias propias del jubileo, con las peregrinaciones comunitarias o personales a los lugares establecidos como tales. En primer lugar Roma, pero no sólo, también en diversos Templos de Barcelona y de cada obispado se puede lucrar el jubileo. Así como, para los enfermos y los mayores impedidos lo pueden hacer en sus casas, residencias u hospitales, según donde se encuentren habitualmente.
La peregrinación, la confesión, la comunión, el rezo del Padrenuestro y del Credo por las intenciones del Papa, con la intención de ganar la indulgencia jubilar para uno mismo o para los difuntos son las condiciones establecidas para ello. También el ejercicio de obras de caridad. Si la peregrinación es comunitaria exige la participación en la Santa Misa o en otro acto de culto eucarístico si fuera posible y si no puede rezarse en común el santo rosario. Es fácil; ¡animémonos a vivir el Año Santo!
Mn. Xavier Argelich