Hemos rehabilitado esta Iglesia dedicada a Santa María de Montalegre y, como decíamos el mes pasado, hemos hecho un buen regalo a la Virgen María. A mediados de este mes celebraremos la solemnidad de la Asunción de María a los Cielos. Una gran fiesta que nos llena de alegría.
La Asunción de María nos recuerda que Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor.
En una homilía, el papa Benedicto XVI nos ayudaba a meditar sobre esta verdad de fe: “María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. La Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre (…) En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón. María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como “madre” -así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.”
Durante este mes demos gracias al Señor por el don de esta Madre y pidamos a María que nos ayude a encontrar el buen camino cada día.
Mn. Xavier Argelich