Nos acercamos a la Semana Santa y queremos vivirla bien unidos a nuestro Señor, a la Iglesia y a toda la humanidad, especialmente unidos a nuestros familiares y amigos.
Durante la Cuaresma hemos procurado preparar nuestro corazón y nuestra mente para poder adentrarnos mejor en el misterio de nuestra salvación, lo cual, habrá producido en nosotros el deseo intenso de vivir la Semana Santa contemplando y viviendo la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Durante estos días volveremos a contemplar a Cristo sufriendo y padeciendo por nosotros precisamente porque nos ama con locura. Todo lo sufre por ti y por mí. Y lo hace con voluntariedad actual, libremente, deseando que también nosotros nos unamos a Él con plena libertad. Quiere hacernos hermanos suyos, hijos de Dios Padre. Desea que todos y todas tengamos vida sobrenatural, que correspondamos a tanto amor. Para eso, miremos a Cristo, contemplemos su Pasión y muerte y, de esta manera, no sólo descubriremos un modo de comportarnos, sino que descubriremos a Dios. Traeremos a nuestra mente y a nuestro corazón al Hijo de Dios, Hombre como nosotros y Dios verdadero, que ama y que sufre en su carne por la Redención del mundo.
La gracia divina nos capacita y nos dispone, durante estos días, para encontrarnos con Dios y nos facilita una unión más íntima y personal con Nuestro Señor Jesucristo, que repercutirá en beneficio de las personas que más queremos y de las más necesitadas.
Considerar la Pasión nos ayuda a ser más generosos en el amor y en el sacrificio, en nuestra expiación por nuestros pecados, en nuestro esfuerzo por realizar nuestros trabajos y obligaciones lo mejor posible. En definitiva, como nos dice San Agustín, la Pasión de Cristo es suficiente para modelar por completo nuestra vida.
Mn Xavier Argelich, dos de abril de 2022