Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma que nos invita a prepararnos para revivir el misterio Pascual, el misterio de Redención y Salvación del hombre.
Unos días antes al inicio de este tiempo penitencial, estallaba la guerra entre Rusia y Ucrania. Todos confiábamos en una solución pacífica del problema, pero no ha sido así. Por eso el Papa Francisco nos animó a empezar el tiempo cuaresmal rezando por la paz en el mundo y en Ucrania, y así lo hemos hecho y seguiremos haciéndolo hasta que cese la violencia. Dentro de unas semanas celebraremos la resurrección de Jesucristo y reviviremos su aparición a los Apóstoles, ante los que se presenta con el saludo con el que empezamos la celebración de la Eucaristía: “La paz sea con vosotros”. El Señor siempre desea la paz en los corazones de los que le aman y se la otorga cuando se la piden.
La paz en el mundo es consecuencia de la paz interior de cada hombre y mujer. Somos cada uno de nosotros los que tenemos que encontrar en primer lugar esa paz. Para que reine la paz debemos tener paz y dar paz a nuestro alrededor. En este caso, primero uno mismo: “Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios”. En segundo lugar, paz en las familias. Si en una familia reina la paz hay alegría, confianza, ayuda mutua y el hogar resplandece. Y esa paz y serenidad, junto a la alegría y la esperanza se transmite por contagio a los demás y al mundo entero. San Josemaría nos animaba a ser “sembradores de paz y alegría”.
Aprovechemos este tiempo litúrgico para descubrir, una vez más, la verdadera paz interior, la que encontramos en el abrazo paternal de Dios cuando volvemos a Él confiadamente con un arrepentimiento sincero de nuestros pecados. Dejemos que Él convierta nuestro corazón, que lo transforme con el ejercicio de las prácticas cuaresmales de la oración, el ayuno y la limosna. Que lo transforme en el Sacramento de la Penitencia, obteniendo así la verdadera paz de los hijos de Dios. La conversión sincera y la confesión completa de nuestros pecados siempre producen una paz inmensa. Nos hacen tocar el cielo en la tierra. Corazón Sacratísimo de Jesús, danos la paz.
Mn. Xavier Argelich