En el mes que celebramos la solemnidad de San José, en este año dedicado a él, os invito, junto al Papa Francisco, a contemplarlo como Padre en la ternura.
José, buen conocedor de las Sagradas Escrituras, era consciente que el Dios de Israel es un Dios de ternura, que es bueno para todos y lleno de misericordia. Cuántas veces habría escuchado y experimentado que «su ternura alcanza a todas las criaturas» (Sal 145,9). Estamos convencidos, además, que también él mostraba esa ternura en el trato con los demás y muy especialmente con Jesús y María. Es más, Jesús, como hombre, conoció de José la ternura de Dios Padre.
San Josemaría nos ayuda a contemplar esa ternura de una manera sencilla y entrañable: “¡Qué bueno es José! –Me trata como un padre a su hijo. – ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!” ¡Qué fácil nos resulta contemplar a San José en esta actitud paternal y cariñosa con el Niño!
Acudamos con frecuencia al santo Patriarca en este tiempo cuaresmal y obtendremos la gracia de la conversión personal. Conversión facilitada por haber descubierto la bondad de Dios, su ternura con los hombres y su inmensa misericordia. El Papa Francisco nos anima a “encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura (…) Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona.” No desaprovechemos la ocasión de experimentar la ternura de Dios que nos abraza amorosamente cada vez que le pedimos perdón por nuestras ofensas.
Recorramos este tiempo penitencial junto a José y a María para que nos lleven hasta su Hijo y descubramos de nuevo de lo que es capaz de padecer por amor a nosotros; para que la ternura de Dios Padre nos inunde y nos sintamos realmente amados por Él. Descubramos en la Cruz, en los Sacramentos y en la liturgia de Cuaresma y Semana Santa la bondad, misericordia y ternura de Dios.
Mn. Xavier Argelich