Este mes recordamos a todos aquellos que han alcanzado la Bienaventuranza, y pedimos por los que todavía se purifican antes de llegar a la gloria definitiva.
Son aquellos que han escuchado la Palabra de Dios y la han puesto en práctica (cfr. Lc. 11,28). Nos han dado ejemplo de fidelidad a la Palabra de Dios y, a la vez, de conversión y luchas, de triunfos y derrotas, pero que han sabido levantarse y mantener la esperanza y el deseo de alcanzar la meta, el premio definitivo.
Escuchar la Palabra y vivirla nos santifica. Cristo nos enseña y muestra el camino de la santidad. Fomentemos y renovemos nuestros deseos de santidad, sin miedo a ser santos de verdad.
La Iglesia proclama la llamada universal a la santidad tal como Jesucristo nos la ha anunciado. Todos, con la gracia de Dios, podemos llegar a ser santos, es más, estamos llamados a ser santos con los medios que Él nos da y que encontramos en la Iglesia, y eso, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo.
Hagamos nuestra la Palabra de Dios, que ella oriente nuestra vida, que sea el referente para nuestras decisiones, que sea la fuente de nuestra oración y que impregne todas nuestras relaciones personales, laborables y sociales.
Y no dejemos de rezar y ofrecer sufragios por todos los difuntos.
Mn. Xavier Argelich