Llegamos al final del año de la misericordia. ¡Cuántas gracias hemos recibido durante este tiempo! Os animo a dar muchas gracias a Dios, nuestro Señor, porque hemos podido experimentar frecuentemente su misericordia infinita y paternal. También, porque hemos aprendido a ser misericordiosos con los demás, especialmente con los más necesitados. Hemos tenido muchas ocasiones para vivir las obras de misericordia. Hemos sabido perdonar más y con mayor prontitud. Hemos procurado ganar, en varias ocasiones, la indulgencia jubilar. Ha crecido nuestro espíritu de servicio, nuestra comprensión y generosidad con las personas que tratamos habitualmente. Seguramente cada uno de nosotros podría continuar añadiendo otras gracias obtenidas durante este año.
¡Gracias, Señor! Y, a la vez, le pedimos que no dejemos nunca de buscar su amor misericordioso ni de procurar ser misericordiosos. El año Santo ha sido un revulsivo para la Iglesia y para todos los bautizados, e incluso para tantos otros que se han acercado de nuevo o por primera vez a la fe.
Procuremos mantener un ritmo ascendente en nuestra vida espiritual y apostólica que nos lleve a ser anunciadores de la gran misericordia de Dios. Él nos ha concedido este año de gracia para que podamos conocerlo mejor y amarlo más, queriendo más y mejor a nuestros hermanos y hermanas.
Mn. Xavier Argelich