En el mes de octubre, conocido también como el mes del Rosario, nos será fácil unir esta oración tan maravillosa con las obras de misericordia. No es necesario insistir en las maravillas del Santo Rosario, tan arraigado en la piedad popular y tan recitado por los cristianos de ayer y de hoy.
Quisiera que aprovecháramos esta ocasión para descubrir, mediante el rezo del Rosario, el Rostro de la misericordia. Tal como nos enseña el magisterio eclesial, se trata de una oración que nos lleva a contemplar los misterios del Verbo Encarnado, de su vida luminosa entre nosotros, de su entrega redentora y de su glorificación definitiva. Cristo es el Rostro de la Misericordia. De ahí que, cuando realizamos las obras de misericordia damos a conocer este Rostro preciosísimo.
Pero, además, el Rosario tiene una gran fuerza – arma poderosa, la llamaba san Josemaría – demostrada en tantas ocasiones de la historia de la Iglesia, de los cristianos y del mundo. Recémoslo con piedad, devoción y confianza; y así, nos será más fácil dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de visitar al enfermo o al encarcelado, de consolar, enseñar, corregir, rezar por los vivos y difuntos.
Madre nuestra, ayúdanos a contemplar a Tu Hijo y a tus hijos necesitados rezando esta oración que tanto es de tu agrado.
Mn. Xavier Argelich