Dentro de unos días entraremos en la Cuaresma, tiempo de intensa preparación espiritual para llegar con Cristo al Calvario, contemplar su Pasión y muerte para luego alegrarnos de su Resurrección.
Es verdad, es un camino largo, angosto y sacrificado que nos lleva a la penitencia personal y colectiva, pero nos transforma interior y exteriormente. Nos hace contemplar nuestra vida desde la perspectiva de la entrega y la renuncia personal para que el amor de Dios pueda crecer y adueñarse de nosotros, transportándonos a la verdadera vida de los hijos de Dios, a la vida sobrenatural, vivida en medio del mundo con total libertad y generosidad, desprendidos de lo mundano para poder saborear los bienes verdaderos y duraderos.
Jesucristo recorrió el camino del calvario solo. Los que le seguían huyeron, menos su Madre y san Juan y algunas mujeres valientes. Lo recorrió abrazado a la cruz, por amor a nosotros, sin rehuir del dolor y del sufrimiento, con el deseo ardiente de conseguirnos el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestras almas. Cristo nos quiere para Él, para que tengamos la felicidad plena que sólo Dios puede conceder.
¿Cuál puede ser la mejor manera de recorrer este camino? Lo sabemos bien, junto a Jesús. Caminando con Él recorriendo nuestra vida ordinaria con sentido sobrenatural, con deseos de ser corredentores, haciendo con decisión y lo mejor posible aquello que tenemos que hacer, nuestras ocupaciones diarias. Para ello, el mejor modo es unirnos y unir nuestras acciones al sacrificio de Cristo en la Cruz, es decir, la Santa Misa.
Procuremos adentrarnos en el gran misterio del Sacrificio de Cristo por los hombres, preparemos bien nuestras misas y vivámoslas con la máxima piedad posible, saboreando la liturgia y descubriendo todo su significado y valor, para alcanzar una unión espiritual, y por tanto real, con el Amor de los amores, con Cristo. ¡Gocemos de la Santa Misa!, dejémonos transformar por ella. Las prácticas cuaresmales del ayuno, la abstinencia, la oración y la limosna nos permiten recorrer el camino del calvario con este deseo de unirnos a Cristo Salvador.
Mn. Xavier Argelich