A lo largo de este curso, con estas breves reflexiones, hemos procurado acercarnos más a Jesús con el deseo de conocerlo más y amarlo más. Llegamos a fin de curso, tan esperado por los más jóvenes, y quisiera concluir estas reflexiones fijándonos en un aspecto fundamental de nuestro Señor Jesucristo: su Corazón Sacratísimo.
Jesucristo, como hemos ido viendo, es Dios y Hombre verdadero, Hijo de Dios Padre, encarnado en el seno virginal de María, que creció y trabajó como uno más en una pequeña ciudad de Galilea, que anunció el Reino de Dios y nos dio a conocer al Padre, que padeció y murió por nosotros, para nuestra salvación, para luego resucitar, subir a los cielos y enviarnos el Espíritu Santo.
Ante todo esto, nos pasmamos y nos alegramos enormemente y agradecidos lo reconocemos Señor y Amo de todo lo creado, especialmente de cada uno de nosotros, y lo adoramos y alabamos, le damos gracias y buscamos agradarle en todo.
Pero sobretodo Jesús es nuestro Amigo entrañable, nuestro hermano y quien más nos ama, con un corazón inmenso e incapaz de no querernos, aunque muchas veces lo rechacemos. Su amor por nosotros brota de su costado abierto, dando su vida por amor a toda la humanidad y a cada uno y a cada una, sin distinciones. Nunca encontraremos un amor tan grande, nunca nadie nos amará como Él.
Es un corazón manso y humilde, lleno de misericordia por nosotros, compasivo y benigno, dispuesto a perdonar siempre, pronto a venir en nuestro recate y ayuda, incapaz de dejarnos solos y abandonados. Un corazón esperanzado, impaciente para que nos refugiemos en Él y nos conduzca hasta el Amor Infinito de Dios.
Pidámosle al Señor que nos dé un corazón como el suyo, sin miedo a amarlo tanto y amar a los demás con todo el corazón. Acudamos al Corazón Inmaculado de María para aprender a amar como Jesús nos ama.
Mn. Xavier Argelich