Cuando la Sagrada Escritura quiere exponer en pocas palabras la vida y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo lo hace de esta manera: “Todo lo hizo bien”. San Pedro en sus primeras predicaciones resume la esencia del ministerio público del Mesías diciendo que «Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el mal». Así es, todo el ser y toda la misión de Jesucristo no fue otra cosa que hacer el bien a los demás. Todo él, desde la primera hora de la mañana hasta el anochecer, fue servir, escuchar, ayudar y consolar a tantas y tantas personas que se encontraban necesitadas. Su vida consistió en dejarse gastar y desgastar –en una entrega alegre y buscada libremente- por las necesidades espirituales y materiales de aquellos que acudían a él.
Jesucristo lleva a cabo de modo maravilloso la misión que ha recibido de Dios Padre. Después de ser bautizado por San Juan y de pasar cuarenta días de oración y ayuno en el desierto, recorre toda Palestina enseñando y proclamando la Buena nueva y curando todo tipo de enfermedades. A la vez que va enseñando y preparando a los apóstoles para que cuando Él no esté hagan lo que han visto, hablen lo que han escuchado y enseñen lo que han aprendido, el Señor va haciendo el bien y enseñando a hacerlo a todos los que se acercan a Él o pasan a su lado. El Evangelio es un espléndido anuncio del Bien, tan solo nos queda imitarlo.
Del mismo modo que Jesucristo pasó haciendo el bien (Act. 10,38) cada uno de nosotros también queremos pasar por esta vida haciendo el bien en los caminos humanos de la familia, de la sociedad civil, de las relaciones del quehacer profesional ordinario, de la cultura y del descanso. Sembrando la paz y el amor de Dios ahí donde estemos. Como cristianos contribuiremos a que el amor, la paz y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna, influyendo positivamente en la familia, la cultura, la economía, el trabajo y en la convivencia social.
El inicio de la Cuaresma nos puede servir para descubrir que los cristianos, tú y yo, estamos llamados a transformar el mundo con nuestra vida ejemplar, la vida de Cristo.
Mn. Xavier Argelich