Llegada la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre en el seno virginal de María.
Durante estas cuatro semanas de Adviento podremos acompañar a nuestra Madre, la Virgen María, reviviendo los momentos más entrañables de su vida. La embajada del arcángel Gabriel con ese saludo tan lleno de significado: Ave María, llena de gracia, el Señor es contigo. Y la respuesta pronta y confiada de María: hágase en mí según tu palabra. Al encanto de estas palabras el Verbo se encarnó. El Hijo de Dios se hace hombre para rescatarnos y hacernos hijos de Dios. No podemos no asombrarnos ante esta maravillosa realidad: Dios hecho hombre. ¡Con qué Amor tan grande nos ama el Señor!
Recordemos cómo se lleva a cabo este misterio tan inmenso. Algunos lo aprendimos de memoria cuando nos preparábamos para recibir la primera comunión, seguro que lo recordáis: “La encarnación del Hijo de Dios se realizó formando el Espíritu Santo de las purísimas entrañas de la Virgen María un cuerpo perfectísimo y creando un alma nobilísima que unió a aquel cuerpo; en el mismo instante a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios; y de esta suerte el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre”.
Al encarnarse, la segunda Persona de la Santísima Trinidad asume la naturaleza humana y, por lo tanto, en Jesucristo hay una única persona -el Verbo- y dos naturalezas, la divina y la humana. Dicha unión se conoce como la unión hipostática, la unión de las dos naturalezas en la Persona (hipóstasis) del Hijo.
Estos días también contemplaremos y acompañaremos a María camino de Belén y, una vez ahí, nos alegraremos con Ella al ver nacer a Jesús y lo adoraremos y lo llenaremos de muestras de cariño y amor.
¡Feliz Navidad!
Mn. Xavier Argelich