La universalidad de San Josemaría se propaga como las ondas que hace una piedra sobre el agua. El sitio web del Opus Dei, con cierta antelación fue publicando las diferentes misas que se celebraban el mismo día 26 de junio de 2021, y nos sorprendimos con gran alegría de las diversas posibilidades horarias de las misas que se iban a celebrar, en concreto en Barcelona.
En Montalegre, finalizó la Novena de la Familia a San Josemaría el mismo día en el que celebramos la festividad del santo, que coincide con el día de su traspaso. El final de la novena se enlazó con la santa misa y la veneración de la reliquia San Josemaría Escrivá, que como dijo el Papa Juan Pablo II el día de su canonización es el Santo de la Vida Ordinaria.
Celebración y homilía sobre san Josemaría
Presidió la celebración, Mn. Josep Miquel Bombardó, el cual hizo una homilía sobre la semblanza de San Josemaría, en la que se describen, a trazos, los primeros años del caminar del Opus Dei de la mano de su Fundador. Entre otras cosas dijo:
El Señor, en su amor y cuidados de Buen Pastor por nosotros, nos ha dado Santos que nos ayudan y guían en nuestro camino de la vida, con su ejemplo y amor, con un corazón a la medida del Corazón de Cristo.
San Josemaría es para nosotros, particular y especialmente, Padre y Pastor, porque a través de él el Señor nos transmitió su mensaje de santidad.
Fue escogido por Dios para ser arcaduz del mensaje divino de la santidad en la vida ordinaria: de que Dios anda con nosotros y quiere que nosotros -sus hijos- andemos siempre y constantemente con Él (que le tengamos presente, en nuestro corazón, en nuestros quehaceres, en nuestra vida corriente, en la familia, en nuestras diversiones y descansos, en nuestros dolores y alegrías, en la caridad y en el celo por las almas). Que no olvidemos que somos sus hijos, y que estemos con Él (como los apóstoles con Jesús).
Con este mensaje, se han abierto los caminos divinos de la tierra.
A su vez, el Señor le pidió que fundara una familia -el Opus Dei- donde todos sus hijas e hijos encontraran el calor, el amor y la fortaleza para vivir este camino de santidad y apostolado en el “bel mezzo de la strada”, y a lo largo de toda su vida.
Sabemos cómo San Josemaría dijo que “sí” a Dios en lo que le pidió. Se dejó llevar por Él, con gran generosidad, procurando ser un instrumento fidelísimo en sus manos.
Escribió en sus Apuntes íntimos, al principio de los años 30 del siglo pasado: “Es menester que yo sea santo y padre, maestro y guía de santos.”
¡Qué claro lo tenía nuestro santo! Se daba cuenta de que Dios le había escogido -sin mérito por su parte- para una misión. Y para cumplir esa misión y llevar almas a Dios, sólo había un camino: ser santo.
Se esforzó en seguir al Señor y estar siempre cerca suyo, porque sabía que él solo no podría realizar el ideal tan grande, la luz tan clara, que había recibido. Se acercó a la Eucaristía, a Jesús sacramentado, con el cual surgió un profundo amor y una gran fe. Jesús fue siempre su gran Amigo, su gran amor. Se identificó con sus sentimientos, por Él lo hizo todo.
Y participó de la Cruz de Cristo de una manera sorprendente. En ese andar tras los pasos del Señor, haciendo lo que Dios le pedía, contó siempre con la amorosa presencia de la Madre de Jesús, y Madre nuestra, a la que él llamaba la Señora. Ella fue su refugio, fortaleza, consuelo, a lo largo de toda su vida. Sin Ella no hubiera podido llevar adelante lo que el Señor le había encomendado. Y con Ella venció las batallas y superó grandes obstáculos.
Precisamente ahora conmemoramos el 75º aniversario de su primer viaje a Roma, cuando el 21 de junio de 1946, se arrodilló a los pies de la Virgen de la Merced. Este primer viaje a Roma se producía en horas particularmente difíciles, cuando el camino jurídico para la aprobación de la Obra por la Santa Sede parecía estar cerrado. Ustedes han llegado con un siglo de anticipación, había dicho un alto personaje de la Curia a D. Álvaro. San Josemaría, aunque estaba muy enfermo, decidió emprender aquella travesía tan llena de incomodidades.
Durante el itinerario, el santo Fundador acudió constantemente a la intercesión de Sta. María. El jueves 20 de junio, en el trayecto de Madrid a Barcelona, visitó dos santuarios marianos: el Pilar por la mañana; y por la tarde, al pasar por el Bruc, quiso que el coche se desviara hasta Montserrat para rezar de nuevo a los pies de la Virgen.
En la mañana del viernes 21, san Josemaría dirigía la meditación en el oratorio de un centro situado en la calle Muntaner (de Barcelona) con unas encendidas palabras: ¿Señor, Tú has permitido que yo de buena fe engañe a tantas almas? ¡Si todo lo he hecho por tu gloria y sabiendo que es tu Voluntad! ¿Es posible que la Santa Sede diga que llegamos con un siglo de anticipación…? Nunca he tenido la voluntad de engañar a nadie. No he tenido más voluntad que la de servirte. ¿Resultará que soy un trapacero?
Su oración en aquellos momentos fue un continuado y encendido acto de fe.
Y esta misma mañana, después de la Sta. Misa, el Padre fue a la Basílica de la Mercè, para encomendarle las intenciones que le llevaban a Roma. Fue la única visita que hizo en Barcelona. Después pidió a sus hijos, que fueron a despedirle, que no dejasen de ir a la Mercè durante el tiempo que durase su permanencia en la Ciudad Eterna.
Se embarcó en el JJ Sister, el sábado 22. La travesía resultó especialmente agitada y duró casi 30 horas. Desembarcó a las 11 y media de la noche en Génova. A la mañana siguiente san Josemaría y D. Álvaro celebraron misa a las 7,30 en la Basílica dell’Annunziata, muy destruida por los bombarderos de la II Guerra Mundial; celebró en una capilla que tenía presidiendo una escultura de la Virgen con el Niño en brazos.
“Ante estas dificultades vine a Roma, con el alma puesta en mi Madre la Virgen Santísima. y con una fe encendida en Dios Ntro. Señor, a quien confiadamente invocaba, diciéndole: ¿Qué será de nosotros, Padre mío?: habíamos dejado todo: la honra –con tanta calumnia encima-, la vida entera, haciendo cada uno en su sitio lo que el Señor pedía”.
Dios nos escuchó, y escribió en estos años romanos, otra página maravillosa de la historia de la Obra.
San Josemaría volvió a dar gracias a la Virgen de la Mercè, en Barcelona, el 21 de octubre de 1946. Una vez más la Virgen premiaba el esfuerzo de su querido hijo, su fe y su generosidad, para hacer el Opus Dei en la tierra, lo que el Señor le había pedido que hiciera.
Este es el santo que hoy celebramos, con el cual tenemos unos vínculos de amor y diría de familia. Decía el Beato Álvaro: “Parecerse a nuestro Padre es luchar con gozo, positivamente, para estar con Cristo, para hablar con Cristo, para trabajar por Cristo, y para contagiar esta locura divina a todos los que nos rodean”.
Por último, solo queremos añadir que el coro de voces masculinas y la de nuestra soprano Rosa Parellada, junto al organista de la Casa, acompañaron en todo momento la celebración, expandiendo la solemnidad del acto.
Isabel Hernández Esteban