Cuando Jesús predica en Nazaret sus conciudadanos se sorprenden y extrañan de sus conocimientos y de su elocuencia, llegándose a preguntar: ¿de dónde le viene a éste tal sabiduría y prodigios? ¿No es éste el hijo del artesano? Lo conocen por el oficio de san José.
Sin duda, san José, fue un Padre trabajador. Ejerció con diligencia y responsabilidad su trabajo profesional. Nos lo podemos imaginar trabajando en su taller, con presteza y maestría, y a la vez, con esfuerzo y empeño, con ilusión por realizar una tarea bien hecha, que satisfaga a sus clientes, entregando puntualmente y bien acabados los encargos recibidos. No sin gran acierto, la Iglesia celebra la fiesta de san José obrero y es modelo y ejemplo de hombre trabajador. Por eso, para todos los que procuramos realizar nuestras tareas habituales cara a Dios, buscando su Gloria, acudimos con frecuencia a la intercesión del santo Patriarca.
Como padre de familia, san José, realizó su tarea pensando en ella, superando las dificultades y el cansancio por amor a Jesús y a María, no solo para llevar el sustento necesario al hogar, sino porque los amaba. Se esmeró siempre en cumplir la voluntad de Dios que incluía proteger y sustentar a las personas que se le habían confiado.
Como buen Padre y trabajador se preocupó de enseñar el oficio a su hijo, a Jesús, que quiso aprender un oficio al igual que todos nosotros. Lo aprendió de san José y lo realizó junto a él durante muchos años. Aprendamos también nosotros a realizar nuestras tareas y trabajos con esmero y responsabilidad, haciéndolas por amor a Dios, a nuestros seres queridos y a toda la humanidad, conscientes de que el trabajo y cualquier ocupación honrada y digna nos perfecciona, nos santifica y lleva el mundo a Dios.
Mn. Xavier Argelich