Acabamos de celebrar el misterio Pascual, la culminación de la obra redentora del Padre realizada por el Hijo. Dios nos ha salvado, nos ha redimido y nos ha hecho hijos suyos. No se nos escapa que todo ello es fruto de la obediencia del Hijo al Padre. Nuestro Señor Jesucristo lo manifiesta en muchas ocasiones, ha venido a cumplir la voluntad de su Padre.
Estos días pasados, hemos procurado acompañar al Señor en su Pasión y muerte y nos hemos alegrado con Él en su Resurrección. Uno de los momentos de mayor intensidad ha sido el de la oración en el huerto de los olivos, donde, de manera desgarradora pero bien consciente y libremente, dirige una petición a Dios Padre que termina con “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Y fruto de esa obediencia, de esa identificación con el querer divino, todos los hombres y mujeres de todos los tiempos hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, del mal. Ahora ya somos hijos de Dios con verdadera libertad. Alegrémonos y estemos agradecidos, correspondiendo a tanto Amor por nosotros.
En san José también encontramos esa actitud obediente. Su obediencia se encamina a dejar obrar en él y por él al querer de Dios. Los planes de salvación de Dios se llevan a cabo mediante la obediencia de sus elegidos. Sorprende este modo de actuar divino. Cuenta con nuestra libertad y, ésta, se pone en práctica y se engrandece obedeciendo, cumpliendo la voluntad de Dios.
A san José se le manifiesta el querer de Dios a través de la vida ordinaria, corriente, a través de los acontecimientos que ocurren a su alrededor y, principalmente, mediante la respuesta afirmativa de su esposa, María, a la voluntad de Dios. San José, a diferencia de María, le llega también ese querer en los sueños. Cuatro sueños que le ayudan a descubrir lo que Dios espera de él en momentos de mayor dificultad para discernir correctamente. Y con prontitud y decisión se levanta y los lleva a cabo, sin dilación, sin dudas ni temores, sin queja alguna y sin pedir explicaciones. En este tiempo pascual procuremos estar más atentos al querer de Dios y también veremos maravillas a nuestro alrededor, porque estaremos dejando que Dios actúe.
Mn. Xavier Argelich