Con el tiempo de Adviento hemos iniciado el año litúrgico -la celebración anual de los misterios de nuestra fe- que marca el ritmo espiritual de todo creyente. Durante las cuatro semanas de Adviento los textos litúrgicos nos ayudan a disponer nuestra mente y nuestro corazón para acoger la venida de nuestro Señor Jesucristo al mundo. Procuremos meditarlos pausadamente con las luces que nos otorgue el Espíritu Santo.
Si lo hacemos así, al final de este tiempo, seremos capaces de adentrarnos en el gran misterio de la Encarnación y del nacimiento del Hijo de Dios. Al contemplar el Pesebre nos será más fácil ser un personaje más en el establo de Belén. Este año, por las circunstancias actuales, viviremos una Navidad especial y algo distintas. Nos será más difícil vivirlas como nos gustaría: tendremos menos movilidad y habrá menos manifestaciones físicas de afecto y cariño. Por eso, es el momento de mostrar esas manifestaciones al Niño-Dios y a su Madre, sin descuidar a san José.
Estos días exclamamos con frecuencia: “Ven, Señor Jesús”. Dentro de pocos días cantaremos villancicos celebrando el nacimiento del Mesías y Redentor. Cuando llegue ese momento, si hemos sabido aprovechar el Adviento, nos resultará sencillo dar cabida en nuestro interior al Niño, para abrazarlo, besarlo, bailarle, cantarle y decirle tantas cosas bonitas que brotarán del corazón sin ningún esfuerzo. Y ahí estarán, junto al Niño, todos nuestros familiares y seres queridos, también los que nos han dejado durante estos meses pandémicos.
Nos llenaremos de fe, esperanza y caridad, los grandes dones que el Niño trae a la tierra. Y con ellos, la paz, el gozo, la bondad y la prosperidad. Adentrémonos en la intimidad del Pesebre y descubramos el significado para nuestras vidas del nacimiento del Hijo de Dios. Obtendremos seguridad y esperanza para afrontar las actuales incertidumbres y para superar los miedos. Descubriremos el camino del Amor de Dios y del amor a los demás. Ese amor que experimentaremos junto al Niño, María y José en el pesebre.
Mn. Xavier Argelich