La fuerza de esta breve oración dirigida a nuestro Señor Jesucristo ha llevado, a lo largo de los siglos, a que mucha gente encuentre paz y sosiego en momentos de tribulación, grande o pequeña, Es una oración sencilla que manifiesta la fe y la esperanza que los creyentes depositamos en el Hijo de Dios hecho hombre. Va dirigida directamente al Sagrado Corazón de Jesús. Y parte directamente de nuestros pobres corazones, turbados por las dificultades personales o por las que nos provocan los otros o por otros motivos, como la situación actual que vivimos. Por eso, es un buen momento para repetirla muchas veces a lo largo del día y, si fuera el caso, de la noche.
Esta oración, asociada también a la devoción a la Divina Misericordia, nos ayudará a encontrar esa paz, ese sosiego y esa alegría, auténtico gozo, que tanto necesitamos en estos momentos tan peculiares y desconcertantes, especialmente por sus consecuencias sociales, económicas y, también, personales. Queremos fomentar la confianza en Dios y para eso necesitamos decírselo de muchos modos diversos: con estas palabras o con otras, sin palabras incluso, basta un pensamiento, una mirada al cielo, a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, a un crucifijo o una mirada a María, su Madre y madre nuestra, a su Inmaculado Corazón. Cuántas veces lo hemos hecho y hemos recobrado la paz y la serenidad perdidas.
Entre todos, con fe, esperanza y caridad, confiando en Dios, que es padre todopoderoso y que nos ama inmensamente, iremos superando las dificultades, afrontando los nuevos retos y procurando no dejar a nadie atrás. ¡Jesús, confiamos plenamente en Ti y a Ti acudimos llenos de confianza y seguridad!
Mn. Xavier Argelich