El 14 de febrero de 1930, mientras celebraba la Santa Misa, san Josemaría Escrivá de Balaguer, percibió que el camino de santidad en medio del mundo que el Señor le había hecho ver un año y medio antes, también era para las mujeres, en contra de aquello que inicialmente había entendido. Desde ese momento, con una gran alegría, empezó a difundir el carisma recibido entre las mujeres, abriéndoles horizontes inesperados de vida espiritual, familiar y profesional. Llamadas a aportar al mundo, a la Iglesia y a las familias su gran potencial humano y espiritual, con las características propias de la feminidad.
En este sentido, san Josemaría afirmaba que la mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición… Escrivá alentaba a las mujeres a afirmar consciente y decididamente su singularidad femenina: a descubrir, aceptar y desarrollar los propios talentos.
Dicho planteamiento ha llevado a dignificar en mucho la función de las mujeres, a reconocer la igualdad esencial entre el hombre y la mujer en lo que es común a la naturaleza humana y a resaltar lo propio y desigual de la mujer en bien de la humanidad, enriqueciéndola en todos los sentidos. Demos gracias a Dios por los 90 años, el próximo día 14, de este maravilloso camino de santidad en el mundo.
Mn. Xavier Argelich