Al concluir el gran jubileo del año dos mil, el Papa San Juan Pablo II nos animaba a una nueva imaginación de la caridad con la intención de promover no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido como un compartir fraterno.
Al empezar un nuevo curso, me gustaría reflexionar sobre la acción caritativa y social que se realiza en esta Iglesia de Santa María de Montalegre desde hace ya tantos años. Para ello, es necesario empezar agradeciendo a todas aquellas personas que la hacen posible día a día, con su generosa dedicación que pasa habitualmente desapercibida. También agradecemos a todos los que ayudan con su tiempo o con sus aportaciones económicas, sin las que sería imposible ayudar a los que lo necesitan.
Secundando el deseo del Papa, también del Papa Francisco, desde la Acción Social de Montalegre, se ha procurado llegar a cada uno individualmente y crear esos lazos de fraternidad entre los beneficiarios y los voluntarios. Del mismo modo que se procura darles los instrumentos humanos y formativos para desarrollar sus cualidades y salir de la situación precaria en la que se encuentra la persona ayudada, también se fomenta el trato de amistad que facilita que todos se sientan acogidos en la Iglesia y puedan descubrir el amor preferencial de Dios hacia ellos.
Esta manera de actuar ha dado y continúa dando muy buenos resultados, por los que damos gracias a Dios, a la vez que nos animan a seguir trabajando con esa imaginación, inventiva con la creatividad propia de la Caridad cristiana. Siempre hay nuevos retos y posibilidades porque siempre habrá necesitados a nuestro alrededor.
Por eso, este curso nos gustaría poder involucrar a más gente en la atención de aquellas personas que viven solas o están enfermas. Y que muchas familias participen en el reparto de alimentos a las familias que los necesitan, creando esos lazos de fraternidad y amistad entre las familias. Fomentemos todos, con la ayuda de la Virgen de la Merced, la imaginación de la Caridad.
Mn. Xavier Argelich