Al inicio del periodo estival levantamos nuestro corazón en acción de gracias a Dios, nuestro Padre y Señor, por todos los dones y beneficios que nos ha otorgado durante este curso que hemos terminado. Realmente han sido abundantes y por eso nuestro agradecimiento también queremos que sea grande. En Montalegre, hemos vivido acontecimientos de gran alegría y emoción como han sido el bautizo de dos jóvenes y la peregrinación a Tierra Santa, por poner dos ejemplos de los tantos que ha habido.
Pero el más importante de todos es el que vivimos todos los días y, de manera muy especial, cada domingo: La celebración de la Eucaristía. Este es el gran acontecimiento no sólo para los que vivimos la fe, sino para todo el mundo todo el universo, porque la Santa Misa renueva el Sacrificio de Cristo para toda la humanidad y para toda la creación, devolviendo todo al Creador.
En Montalegre siempre hemos procurado cuidar de manera muy especial la celebración del Santo Sacrificio del Altar, teniendo cuidado de la liturgia, de los ornamentos y vasos sagrados, del canto y de la piedad en la celebración. La Eucaristía es el gran don Dios a los hombres y mujeres de todos los tiempos Gracias Señor por haberte quedado en la Eucaristía y por darnos la vida eterna en ella. Nunca seremos capaces de abarcar toda su grandeza, y eficacia humana y sobrenatural, pero si lo suficiente para desear amarla más cada día.
Durante el verano se nos puede hacer más costoso e incluso nos puede resultar más difícil coordinar nuestras actividades con la asistencia a la Eucaristía. Precisamente por ello, buscaremos la manera de que continúe siendo el centro de nuestra vida y de modo especial los domingos. El domingo verdaderamente es el Día del Señor. Nos lo recuerda el salmo 118: “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
Hoy en día, el domingo, fiesta primordial de los cristianos, ha pasado a ser el “fin de semana”, entendido como descanso, diversión y evasión. Y lo mismo ocurre, muchas veces, en el verano. Procuremos que esto no ocurra en nosotros ni a nuestro alrededor; devolvámosle la centralidad del domingo al Señor y todos saldremos ganando.
Mn. Xavier Argelich