En Montalegre se han celebrado la Misa “In Coena Domini” y la Pasión del Señor con recogimiento y piedad por parte de los fieles unidos a los celebrantes, según nos agradeció el rector al acabar el oficio de la Pasión. Realmente nos metimos con nuestro corazón sensible y nuestra alma espiritual en la proclamación de la Palabra y en la institución de los sacramentos del Jueves Santo, como son el de la Eucaristía, el del Orden sacerdotal y el de la Caridad. Igualmente, en la Adoración a la Cruz del Viernes Santo.
Presidió las celebraciones Mn. Argelich con los sacerdotes Mn. Guixé, Mn. Moliné, Mn. Nubiola, Mn. Mallol i Mn. Juventeny.
A primera hora de la tarde del jueves 29 de marzo, cuando entramos en el templo de Montalegre se hizo realidad para nuestros sentidos que efectivamente pronto íbamos a participar de una Cena única e irrepetible pero que allí se reactualizaría, una vez más, como se ha hecho desde hace más de dos mil años, sin parar. La Capilla del Santísimo se había adornado con flores, palmones, cirios, velas, con una alfombra y un adamascado sobre el altar. El crucifijo situado sobre el altar mayor seguía tapado, a usanza de otros tiempos. El Cristo que se había colocado en la baranda del presbiterio durante la Cuaresma para devoción de los fieles, se había retirado.
La celebración de la Eucaristía es la celebración del amor de Cristo
La homilía del Jueves Santo corrió a cargo de Mn. Mallol, a la sazón, vicario de Montalegre: “Situémonos en la Santa Cena, en un rincón y escuchemos a Jesús, pero sin perder la capacidad de sorprendernos. Los discípulos se sienten superados por los acontecimientos de los días anteriores. Pero en adelante se seguirán sucediendo cosas sorprendentes, tales que cuando se produce la Resurrección del Señor no saben qué hacer. Cuando Jesús les lava los pies no entienden por qué Jesús lo hace, sin embargo, el mensaje de Jesús era que se habían de abajar para ayudar a los demás. También quería significar que hemos de limpiar nuestros pecados. En la Santa Cena se inclina el Señor; en el confesionario es el penitente quien se arrodilla para pedir perdón, para poder llegar limpios a la Eucaristía y poder decir como el centurión: Señor no soy digno que entres en mi casa”.
Sobre la institución de la Eucaristía Mn. Mallol manifestó que: “Las palabras de San Pablo (refiriéndose a la lectura proclamada) era la narración más antigua de la Eucaristía y que en ella queda muy claro lo que quería Jesús. Son unas palabras que cambian la historia. A partir de entonces los apóstoles saben muy bien lo qué han de hacer. Aquellos hechos quedan presentes para siempre en el amor de Cristo… Celebramos que Jesús está presente entre nosotros, y este es el memorial que nos pide realizar. Al pedir Jesús la celebración de su memorial, Cristo instituye el sacramento del Orden sacerdotal, por ello hemos de rezar para pedir vocaciones al sacerdocio para que esa cadena de celebraciones no se pare nunca”.
Mn. Mallol cerró la homilía con unas palabras significativas: El sacramento de la Eucaristía es el sacramento del cambio, en él el pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo, y por él también nosotros podemos cambiar y llegar a cambiar el mundo con la Eucaristía.
Al acabar la santa misa, dos colaboradores habituales con cirios encendidos iniciaron la procesión hasta la Capilla, que, como hemos dicho, estaba de gala en espera del Señor. El rector con el Santísimo sacramento amorosamente recogido, seguido de los sacerdotes, depositó la Reserva en el sagrario dejándolo a la vista. Después de unos minutos de silencio, el vicario cerró el sagrario y como manda el ritus le entregó la llave al rector.
El Viernes de dolor y Pasión
Por la mañana se había celebrado el Via Crucis y se había mantenida abierta la Capilla del Santísimo para que los fieles hicieran oración. Pero a la cinco de la tarde hora en que se inició el oficio de la Pasión la Capilla se oscureció, a penas quedaron encendidos unos cuantos cirios: íbamos a reactualizar la pensión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
A la celebración del Viernes Santo se le llama Oficio porque no es una misa ni acto eucarístico, por lo tanto, el ritus es diferente. Las oraciones habituales de la entrada no se rezan, no hay ofertorio ni, por supuesto, consagración. La primera parte consiste en la liturgia de la Palabra, que incluye a tres voces la lectura completa de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y la homilía; la segunda parte es la Adoración a la Cruz, momento en el que cada uno de los fieles hace un acto de amor a la Cruz, que es entonces cuando, movido por el corazón, el fiel se arrodilla ante la Cruz, la besa, la acaricia, o se inclina humildemente. Y la tercera parte del Oficio, es la distribución de la comunión que estaba reservada en el sagrario desde el día anterior.
En la homilía, Mn. Juventeny recordó la lectura que dice “Yo te saqué de Egipto y tu me has preparado una Cruz” … El misterio de la Cruz es para reparar todos los pecados del mundo, los pecados pasados y los futuros, tantos los nuestros como de los demás. San Agustí explicaba por qué ¡tanto dolor! En primer lugar, para demostrarnos en qué medida Dios nos ama; en segundo lugar, para que entendiéramos qué es un pecado mortal pues cada pecado es como volver a clavar a Jesús en la Cruz … Hemos de corresponder, pero ¿Qué le podré ofrecer al Señor? Pensemos al ir a adorar a la Cruz, y el Señor nos dirá lo qué quiere de nosotros pues nosotros somos el pueblo de Israel… Ahora es un buen momento para decidirnos en ser mejores y tener presente en nuestra vida la Cruz de Cristo.”
Detalles a destacar
Durante las dos celebraciones, los diferentes colaboradores de Montalegre ofrecieron diversos servicios tanto en las lecturas, como en la recogida de la limosna de los fieles, y en el presbiterio. También es de agradecer a Mn. Rodríguez el mantenerse en el confesionario e impartir el sacramento del perdón en todo momento, y a Mn. Moliné, en el canto de las plegarias del Viernes santo.
La soprano Patrícia Sendra y el organista de la Casa, Sr. Josep Masabeu, dirigieron los cantos de ambos días, que, al tratarse de dos celebraciones especiales, su colaboración favoreció la atención y el fervor de los asistentes.
La limosna recogida el Viernes santo se destina siempre, por indicación de la Santa Sede, al mantenimiento de los Lugares Santos de Tierra Santa (Israel).
Isabel Hernández Esteban