En la celebración de la Vigilia Pascual se reactualizan los hechos más importantes de la doctrina cristiana, cuyo centro es la Resurrección del Señor. En Montalegre, se inicia con el templo casi oscurecido, iluminado por la tenue luz natural que se filtra por los tres rosetones de la nave central.
La ceremonia del fuego pascual
En la entrada principal de la iglesia, aquella que da al Pati Manning, pero cerrada al exterior, Mn. Argelich, junto a otros sacerdotes y varios colaboradores, realizó la ceremonia del fuego siguiendo el ritual estipulado hasta encender el cirio pascual que presidirá el presbiterio durante todos los días de la Pascua. En procesión, el cirio fue iluminando las velas de los fieles situados más cerca, los cuales, a su vez, fueron pasando la luz hasta que todas las velas de los asistentes fueron prendidas, al tiempo que entonamos Lumen Cristi, Deo Gratias. Finalmente, el cirio pascual se colocó en su pedestal y se encendieron todas las luces del templo. Se leyó y cantó el Pregón de Pascua. A continuación, apagamos las velas.
La historia de la salvación
Seguidamente se inició la liturgia de la Palabra con las lecturas del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Se leyeron dos textos del Génesis y uno del Libro del Éxodo, con sus correspondientes salmos y oraciones. A continuación, un fragmento de una epístola de San Pablo, el salmo y el Evangelio, en el que se nos proclama que Jesús ha resucitado para nuestra salvación.
El rector en su homilía destacó que la Vigilia Pascual es la Santa Noche por excelencia pues es cuando la humanidad recupera la amistad con Dios y en la que le pedimos que esta alegría perdure por siempre. Las lecturas del Antiguo Testamento hasta el Evangelio de la Resurrección han resumido la historia de la salvación, desde la liberación del pueblo escogido hasta el canto del Gloria con el que emprendemos la nueva vida de la salvación por Jesucristo: Cristo no está en el sepulcro, ¡Ha resucitado!
Promesas y bendiciones
Litúrgicamente, la Vigilia Pascual tiene muchas rúbricas, gestos y ritos, todos ellos con un gran contenido teológico, y en la que los fieles participamos con alegría. Después de la homilía y el Credo, el celebrante bendijo el agua y los fieles encendimos de nuevo las velas. Renovamos las promesas bautismales y el rector nos aspergió con el agua bendita. Finalmente, el incienso nos elevó el espíritu hacia Dios.
Detalles a destacar
Mn. Juventeny dirigió la ceremonia con toda la solemnidad que merecía el acontecimiento. Los cantos y el órgano, fueron respectivamente a cargo de la soprano Patrícia Sendra y el Sr. Masabeu, los cuales, en una celebración tan larga, nos ayudaron a no perder la atención y el recogimiento, tan necesarios en esos momentos.
Con la alegría de la Resurrección, salimos de la Iglesia exultantes de gozo.
Isabel Hernández Esteban