Hemos dejado atrás un año muy especial, en el que hemos experimentado con intensidad la misericordia de Dios y nos hemos esforzado por manifestarla con nuestras pobres pero sinceras obras de misericordia. Mantengamos abierta la puerta de nuestro corazón para poder continuar viviendo de y en la misericordia divina.
Y hemos empezado un año en el que se vislumbra de manera clara y nítida la fuerza de la Palabra de Dios: El Verbo se ha hecho carne para que tengamos vida sobrenatural. Los que sepamos poner nuestra esperanza en Él, en la Palabra encarnada, tendremos la seguridad de vivir siempre en la felicidad. Dios no defrauda nunca.
Además, el primer día del año hemos celebrado la solemnidad de Santa María Madre de Dios y el evangelio de la Misa nos presenta a María ponderando en su corazón todo lo que acontece acerca de su Hijo. Ella es modelo de escucha de la Palabra de Dios y de hacerla suya mediante la meditación.
Este año celebraremos el centenario de las apariciones de Fátima y el 50 aniversario de la recuperación del culto en nuestra Iglesia de Santa María de Montalegre. Si la Palabra de Dios es para todos una esperanza segura en nuestro caminar terreno, la presencia de la Virgen refuerza más, todavía, esa esperanza.
Aprovechemos éstas onomásticas para conocer y meditar con mayor profundidad y empeño la vida de Jesucristo. Saquemos luces y fuerzas del Evangelio para afrontar los retos que la vida cristiana nos plantea en la civilización actual. Confiemos más en Dios y en su Madre, que es, también, madre nuestra.
Mn. Xavier Argelich.