El domingo de Resurrección fue un día de gran sobresalto para los seguidores de Cristo que permanecieron fieles a Él después de los acontecimientos ocurridos en Jerusalén los días anteriores. Fieles pero asustados y llenos de incertidumbre. La sorpresa dominical es máxima. No acaban de creérselo. La noticia de la Resurrección, traída por las santas mujeres, los deja todavía más atónitos. No obstante, sus dudas, miedos e incertezas desaparecen ante la aparición de Cristo resucitado. Suenan sus palabras: “la paz sea con vosotros”. Y realmente se llenan de paz y de alegría. Imposible describir el gozo de volver a ver al Maestro, de volver a contemplar el rostro de la Misericordia, pues sólo se puede experimentar. Es la experiencia de que Cristo vive y vive en mí, y lo experimento cuando dejo que Él viva en mí y cuando me decido, a la vez, a vivir en Él y por Él. Me vacío de mi yo, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mis manías y caprichos, de mi mundanidad, para que Él llene mi vida, mi existencia entera.
El rostro de la Misericordia es, ahora, un rostro glorioso que ilumina mi caminar terreno y me llena de paz y gozo porque me ha lavado con su Sangre Preciosísima y me ha dado una vida nueva ¡Vivámosla con intensidad!
¡Feliz Pascua de la misericordia!
Mn Xavier Argelich