Entramos en el Mes de Mayo, un mes tradicionalmente dedicado a María. Quienes tenemos la suerte de poder frecuentar la Iglesia de Santa María de Montalegre, nos encontramos al entrar y dirigir nuestra mirada al presbiterio, con esa magnifica imagen de María, que acoge y cubre con su manto a aquellos niños que recuerdan aquellos niños que fueron acogidos en la Casa de la Caridad, pero que de alguna manera nos representan también a nosotros, que somos criaturas muy necesitadas de su ayuda y protección.
Todos tenemos experiencia de que vivir una vida cristiana es exigente, y que la tendencia natural no nos lleva precisamente a vivir las virtudes; muchas veces es mucho mas fácil salir de un apuro diciendo una mentira, dejarnos llevar por la pereza y perder el tiempo que es un tesoro que Dios ha puesto en nuestras manos, o hacer una crítica de alguien no con deseo positivo de ayudar, sino por canalizar una envidia u otro sentimiento negativo que nos corroe por dentro… Y, aunque somos concientes de que esto está mal sucumbimos con facilidad. ¡Cuantas veces vemos que esas inclinaciones son tan fuertes que, sin ayuda que venga de fuera, no seremos capaces de salir adelante!
Habría motivos para desanimarnos si no tuvieramos la certeza de que hay quien puede echarnos una mano. A San Bernardo debemos este precioso texto:
“¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María. Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.
Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María…”
Mn Francesc Perarnau