Después de los cuatro domingos del tiempo de Adviento, un tiempo fuerte de la liturgia, en el que nos habremos preparado a través de la penitencia y la oración, llegaremos al día 25, en el que conmemoraremos nuevamente el Nacimiento de Jesús en Belén.
Realmente es grande el hecho que recordamos, que resumimos en pocas palabras, pero que es casi inabarcable por nuestro entendimiento: Dios infinito y eterno se hace hombre, y encierra su divinidad en una naturaleza humana… Y así entra Dios en el mundo, hecho un niño y sometido a las leyes de la Naturaleza que Él mismo creó. Y así le veremos muchas veces a lo largo de estos días, en tantas representaciones inspiradas en el relato que encontramos en los Evangelio: Jesús, María y José, los pastores y sus ovejas, la estrella, y allá lejos los Magos que vienen de Oriente…
Quizá porque la Navidad es algo tan grande hay que verla con ojos de niño, que aceptan la Verdad sin hacerse grandes preguntas, sencillamente, que se acerca al nacimiento a mirar y a rezar, y a jugar con la imaginación junto a Jesús pequeñito…
Quizá por eso los mejores textos para la vivir la Navidad no son los grandes tratados de teología que intentarán explicarnos el misterio, sino que los encontramos en los Villancicos, esas canciones en las que la tradición ha querido rendirse ante la gran maravilla, ante aquello que es tan grande que no cabe en nuestra cabeza, pero que comprendemos con el corazón, que es el que sabe de amor.
Mn Francesc Perarnau