El cardenal Angelo Amato, nuncio del santo padre Francisco en España, presidió la celebración multitudinaria de la misa de beatificación de Álvaro del Portillo, que se celebró en la zona de Valdebebas de Madrid, en el mediodía del día 27 de septiembre de 2014. El nuncio, en su homilía, habló de la ecología de la santidad y de la pureza de la santidad ante las 300.000 personas que nos congregamos en aquel gran recinto. Antes de celebrar la santa misa se leyó un semblante de la biografía del beato y el mensaje de su santidad el Papa Francisco. La celebración litúrgica fue solemne y de beatificación. La formula para pedir la incorporación de Álvaro del Portillo a la lista de beatos de la Iglesia católica se dijo antes del Gloria. Una vez acabada todos los asistentes arrancamos un caluroso y sentido aplauso. A partir de ese momento, se incorporaron al presbiterio las reliquias del beato que las llevó el niño que se había curado gracias a la intercesión del beato Álvaro, acompañado de sus padres.
La llegada de peregrinos a Valdebebas se fue realizando desde la 7 de la mañana, hora en la que se abrieron las puertas. Fue un acontecimiento único al que muchos quisimos y, además, pudimos estar presentes. No solo había peregrinos venidos de cualquier punto de España, sino también de los países más lejanos. Los idiomas que oíamos eran de todas partes del mundo, y en algunos casos fuimos incapaces de reconocer su origen. No obstante, todos habíamos ido a Madrid por el mismo motivo y estábamos igualmente exultantes de gozo. Las predicciones del tiempo habían sido poco halagüeñas, pero gracias a Dios! no se cumplieron y los paraguas sirvieron para protegernos del sol. En todo momento el servicio de voluntarios nos atendieron repartiendo agua, zumos de frutas, indicando los lugares a los que nos teníamos que dirigir, etc; los servicios públicos sanitarios y los de orden público hicieron otro tanto. Realmente fue una jornada feliz, por la que se había rezado muchísimo, sobre todo por los frutos de conversiones que deseamos que se produzcan. Supimos más tarde que la familia del niño curado y la familia del beato Álvaro pasaron el día anterior juntos, y el niño se sintió como si estuviera el mismo Álvaro con ellos.
Cabe señalar que por la Villa de Madrid se decía, con gran sentido del humor, al ver la invasión de gente tan sorprendente que Un tal Álvaro daba un concierto en Valdebebas, lo cual no estaba lejos de lo que dijeron más tarde algunos informativos: Opus Dei Beatificación, fiesta multitudinaria en Valdebebas. En definitiva fue un encuentro magnífico y festivo, de gran alegría para toda la Iglesia.
Dando gracias a Dios
Y como no hay mejor manera para dar gracias a Dios que celebrar una misa de acción de gracias, al día siguiente, en el mediodía del domingo 28 de septiembre de 2014, en el mismo lugar, nos volvimos a encontrar miles de personas. La misa la presidió el prelado del Opus Dei, Dr. Javier Echevarría Rodríguez, el cual había estado junto al beato durante muchísimos años tanto en vida de san Josemaria como cuando el beato Álvaro le sucedió al frente del Opus Dei. El don y la belleza que se imprimen al haber vivido y trabajado junto a un santo y a un beato, y ser desde hace años el prelado y Padre en el Opus Dei, hizo posible que sus palabras se nos quedaran grabadas en nuestro corazón y en nuestra alma. Nos animó a ser apostólicos, a acercar almas a Dios y a proteger a la familia como núcleo de la sociedad. Nos sentimos muy cerca del Padre, que nos habló con mucho cariño, aprecio y agradecimiento. En aquella mañana cayó una llovizna, pero como nos dijo un taxista de Madrid Esta lluvia es agua bendita con lo que se ha celebrado.
Un intensivo en Roma, con el beato Álvaro
Una vez concluidos los actos de la beatificación en Madrid, en los días siguientes se celebrarían diversos eventos en Roma (Italia), donde vivió y murió el beato Álvaro. Así que proseguimos nuestro viaje hacia Roma. En la tarde del día 29 de septiembre de 2014, antes de lo previsto, salió la comitiva de la iglesia prelaticia del Opus Dei, con los restos mortales del beato Álvaro que reposaban en la cripta del oratorio de Santa María de Paz.
El traslado del féretro se hizo en coche hasta la basílica de San Eugenio, ubicada no muy lejos de la iglesia prelaticia. Entre cantos y alabanzas al Señor, varias personas entraron a hombros el féretro, el cual iba cubierto con una hermosa tela adamascada y muchas flores. La basílica estaba llena de gente de tal manera que a la comitiva le costó abrirse paso hasta el pie del presbiterio. Se habían dispuesto varias pantallas y pudimos ver la ceremonia gracias a ellas, no obstante la megafonía fue defectuosa y no pudimos entender bien las palabras del Prelado del Opus Dei.
Concluido el rito, con las lecturas, la homilía y unas oraciones, retiraron el adamascado y las flores, protegiendo los restos mortales del beato Álvaro con una urna, de tal manera que los fieles que quisieran, podían acercarse y besar el cristal o pasar estampas y objetos religiosos, cosa que hicimos todos los que estábamos allí, llenos de emoción. A las 8 de la tarde, se celebró la misa habitual de la basílica pero con el privilegio de estar tan cerca del beato Álvaro.
Auténtico colaborador de la Verdad
Al día siguiente, se celebraron en Roma dos misas de acción de gracias. Nosotros acudimos por la tarde a la basílica de Santa María la Mayor. La comitiva de obispos, incluido el prelado del Opus Dei, Javier Echevarría Rodríguez , cardenales y otros sacerdotes, acompañados de las voces de un coro masculino impresionante, incrementó la solemnidad de la celebración. El cardenal que presidió la misa, en su homilía, nos dijo, entre otras cosas que la santidad de Dios se refleja en sus santos… Cristo mismo dice apacentaré a mis ovejas. Y citando al papa Francisco nos recordó que Dios nos primerea siempre… Cristo escogió a sus apóstoles, y como un apóstol más así se comportó el beato Álvaro… Fue un auténtico colaborador de la Verdad, fiel custodio de la tradición de la Iglesia pero adaptada a los tiempos… Se entregó a la Iglesia y a la Obra… Transmitió paz siempre, dando a conocer que se sabía hijo de Dios… El Señor nos llama a todos, incluso a las ovejas de otro redil… Por eso todo cristiano es misionero si ha recibido el amor de Cristo… La nueva evangelización supone un darse de cada bautizado… El mejor camino siempre es por medio de nuestra Santísima Madre… Que seamos buenos hijos de nuestra buena Madre.
Estaba previsto que en la audiencia del santo padre Francisco del miércoles 1 de octubre de 2014, el Papa se refiriera al beato Álvaro, pero no sabíamos lo que nos iba a decir, lo cual nos supuso una gran expectación. Nos habíamos inscrito con tiempo, y una vez obtenidos los billetes (o entradas) para estar en la plaza de San Pedro, nos dirigimos muy pronto a hacer cola, pues se ha de pasar el control policial habitual. A las 7 de la mañana estábamos allí junto a miles de personas que querían asistir a la audiencia. Antes de las 9 horas, ya retransmitían la primera audiencia del día desde la Aula Pablo VI, o Aula Nervi, llena de personas, preferentemente enfermas, impedidas, o en silla de ruedas. La gente, arrebatada de emoción, gritaba frases de apoyo al Papa, o prorrumpía en aplausos. Cuando el Papa salió de la Aula Nervi, entró en la plaza de San Pedro en coche descubierto, muy rápido. Mientras, por megafonía, en diversos idiomas, se oían los nombres de los países participantes, con expresión de los grupos inscritos de parroquias o de movimientos cristianos.
Las primeras palabras del santo padre Francisco fueron en italiano. Agradeció a todos los presentes su asistencia a la audiencia, con especial hincapié a todos los fieles del Opus Dei que estaban en Roma con ocasión de la celebración de los actos posteriores a la beatificación de Álvaro del Portillo. El Papa nos habló de los muchos carismas que existen en la Iglesia católica. Dijo que un carisma es más que una característica personal, es un don de Dios, infundido por medio del Espíritu Santo, para el bien de todos, para el servicio de la comunidad y de la Iglesia. Es decir, no es un don para el bien propio sino para el servicio de la comunidad en donde se vive. El Papa nos impelió y nos planteó las preguntas ¿Cómo vives tú tu carisma? ¿Lo tengo olvidado o me sirve para envanecerme? pues con los carismas resplandece la belleza de la fe cristiana, lo cual no ha de ser motivo de confusión, ni de envidias, ni celos… nos ha de servir para unirnos en un solo espíritu, pues esta es la variedad de la Iglesia. Y como era el día de Santa Teresita de Jesús y de la Santa Faz, nos recordó que Teresita amaba mucho a la Iglesia y quería todos los carismas porque en el corazón de la Iglesia está el Amor, y ese era su carisma.
Los agradecimientos y el mensaje se fueron repitiendo en muchos idiomas. El Papa iba añadiendo algún comentario especial. Fue conmovedor oír el mensaje en lengua árabe y las palabras que tuvo el Papa para los cristianos perseguidos en Siria y en otros países. Rezamos la oración del padrenuestro en latín, la cual estaba impresa en el reverso del billete de entrada. Y recibimos la bendición apostólica del Papa que nos infundió de alegría.
A lo largo de aquellas magníficas horas en la plaza de san Pedro de la Ciudad del Vaticano aplaudimos, gritamos, y a pesar de las miles de personas que llenaban la plaza, hasta bien entrada la Via Conciliazione, se percibía un gran silencio y una profunda atención cuando el Papa hablaba. Concluida la audiencia con el Papa, muchos de los asistentes se marcharon pero también muchos otros nos quedamos a ver lo qué ocurría después, abalanzados a las primeras filas y subidos a las sillas. Así los cardenales y los obispos presentes, entre ellos el Prelado del Opus Dei, saludaron uno a uno al santo padre, el cual saludó después a un grupo de enfermos y a un grupo muy numeroso de matrimonios recientes, ataviados con los trajes de su ceremonia nupcial. Cuando el Papa se fue hacia el interior de la Basílica de san Pedro y ya no se le veía ni por las pantallas, fue el momento de irnos y de recordar sus palabras para que se quedaran impresas para siempre.
En el aniversario de la fundación del Opus Dei
A nuestro viaje le quedaba solo una jornada, la cual tenía un contenido muy especial pues era el día el 2 de octubre de 2014, en el que se cumplían 86 años del día en qué san Josemaria vio el Opus Dei y se dejó llevar de la mano de Dios para hacerlo como Él le decía. Aquella mañana se trataba también de moverse rápido y pronto pues queríamos ir a misa a la iglesia prelaticia del Opus Dei, y nuestro lugar de descanso estaba realmente al otro lado del mapa de Roma. El autobús que nos iba a llevar tenía que pasar por delante de la Basílica de San Eugenio, cosa que nos brindó la ocasión de echarle besos al beato Álvaro desde la ventana del vehículo público. Pudimos comprobar también el constante entrar y salir de la gente de aquella iglesia, probablemente después de venerar los restos del beato, que aquella misma tarde lo retornarían a la cripta de la iglesia prelaticia de donde había salido el día 29 de septiembre de 2014.
Llegamos con una hora y media de antelación, y mucho antes que nosotros habían llegado otras personas, las cuales tenían la misma intención que nosotros así que hicimos una larga y paciente cola. Nos entretuvimos hablando con unos y con otros, haciéndonos fotos, etc. Nadie nos podía asegurar nada, solo que tuviéramos paciencia. Gracias a Dios! tuvimos el privilegio de estar en un banco del mismo oratorio de Santa María de la Paz. La misa fue concelebrada por siete sacerdotes de diversos países, venidos de diferentes puntos del mundo, al igual que los fieles que nos congregamos allí. El sacerdote que pronunció unas breves palabras en la homilía nos dijo aquello que todos teníamos en el corazón. Que era un privilegio poder estar allí en el mismo día del aniversario de la fundación del Opus Dei, en el lugar donde reposan los restos de san Josemaria Escrivá debajo del altar, en el lugar donde estuvo expuesto el cuerpo del beato Álvaro a las pocas horas de morir, y en donde estuvo también y rezando san Juan Pablo II ante Don Álvaro del Portillo. Efectivamente, en aquel oratorio habían estado tres santos y era un gran privilegio, algo irrepetible estar en un día como aquél. Antes de irnos también aprovechamos para pasar las estampas de san Josemaria por el cristal que protege el féretro de san Josemaria.
El regreso a Barcelona fue muy especial pues las vivencias de estos días entre Madrid y Roma nos habían dejado muy removidos y emocionados, con un nuevo impulso apostólico para acercar almas a Dios y hacer crecer a la Iglesia, con nuestro carisma de una entrega total al amor de Dios por medio de la santificación del trabajo y de la familia en medio del mundo.
Isabel Hernández Esteban