Jesús lo avisó y sus palabras se cumplen a lo largo de los siglos. Después de tanto tiempo sigue habiendo guerras y rumores de guerras. Gracias a los modernos medios de comunicación somos mucho más conscientes que en tiempos pasados de los multiples conflictos y guerras que hay en los cinco continentes. Desde nuestros hogares podemos contemplar a diario la barbarie y la destrucción de la que somos capaces los seres humanos. Ante nuestra mirada desfilan los cadáveres de hombres mujeres y niños, las familias destrozadas, las casas y los pueblos arrasados por las bombas.
Existe el riesgo de que nos lleguemos a acostumbrar a esta realidad; de que se produzca un «callo» en nuestra conciencia, que nos haga insensibles ante los horrores que contemplamos.
Tendremos que pensar que algo muy grave nos sucede si un día descubrimos que estamos viendo esas noticias con curiosidad, quizá con atención, y en nuestro corazón no se da al mismo tiempo, una reacción más profunda, de compasión, de pena, de solidaridad, que conlleve además una oración por esas personas que sufren y un acto de desagravio a Dios por los gravísimos pecados contra la humanidad y contra Dios que estas situaciones implican.
Pensemos también en los llamamientos continuos que el Papa viene haciendo para que recemos por la paz en el mundo: ¿encuentran en nosotros estas peticiones una respuesta pronta y generosa?
Mn Francesc Perarnau