La fecha tan retrasada de la celebración de la Pascua de este año ha tenido como consecuencia que el mes de Junio este lleno de celebraciones festivas, que se unen a las ya tradicionalmente propias del mes.
Así, sucesivamente nos encontraremos la Ascensión del Señor, Pentecostés, La Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón. Son además propias de este mes las de San Juan Bautista, San Josemaría Escrivá y la de los Santos Pedro y Pablo.
Realmente es una colección imponente de fiestas, todas ellas importantes. Como todas las fiestas del calendario cristiano serán un motivo para mantener viva nuestra piedad y para ayudarnos a profundizar el las raíces hondas de nuestra fe.
El momento de la vida espiritual de cada cristiano le indicará donde conviene poner el acento, para aprovechar bien la riqueza que se nos brinda con estas celebraciones.
Yo señalaría, especialmente el Sagrado Corazón, que suele dar nombre al mes de Junio. De esta fiesta en el nº 478 del Catecismo leemos:
“Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).”
El corazón es símbolo del amor, y el corazón abierto de Cristo en la Cruz nos recuerda ese amor “hasta el fin” con el que nos ha amado y nos amará siempre.
Mn Francesc Perarnau