Se ha dicho muchas veces que terminar un año es como cerrar un capítulo del libro de nuestras vidas. La imagen de la vida de las personas como un libro la encontramos en el el Apocalipsis de San Juan. En ese libro del Nuevo Testamento se habla de que en el Juicio final se leerá el libro en el que están escritas las acciones de las personas. Es una manera muy clara de expresar que la vida de las personas no se pierde en el pasado, queda un registro, simbolizado en el libro, que será la base del Juicio personal después de la muerte.
Por tanto es importante que el libro que vamos escribiendo a lo largo de nuestra vida quede bien cerrado, que los capítulos estén corregidos, que no haya borrones o errores importantes. Al llegar el fin de año, en el momento de cerrar el capítulo, se nos presenta una oportunidad interesante. Podemos hacer un repaso de lo que han sido estos 365 días que hemos vivido y, como hacen muchas empresas, hacer el balance, con el fin de ver si vamos o no vamos bien, para detectar que cosas en nuestra vida están en orden, y cuales deben mejorar. Desde una perspectiva cristiana esto se podría formular así: ¿va mi vida por donde Dios quiere? ¿Hay en este año cosas que no han sido de su agrado?
Sería triste que constatáramos que hay páginas con errores, con cosas que nos avergüenza haber realizado; paginas escritas que nos gustaría que no constaran en el libro de nuestra vida, pero que están ahí, y que tuviéramos que resignarnos a que quedaran así para siempre, que no pudiéramos hacer nada por arreglarlas: soberbia, apego a cosas materiales, impureza, faltas de caridad, egoísmos, momentos de pereza… Cuantas veces pensamos: ¡esto quisiera no haberlo hecho! (o dicho!). Tenemos la gran suerte de que Dios, que es un Padre bueno, se deja “engañar” por decirlo de algún modo. El arrepentimiento y la confesión son la “goma de borrar” que limpia los errores. No es que queden tapados, como han dicho algunas corrientes de pensamiento protestante, quedan realmente borrados. Así de grande es la fuerza del arrepentimiento y así de inmenso es el Amor de Dios que nos perdona de verdad. Y no importa el tamaño del error.
No dejemos escapar esta estupenda oportunidad de enmendar los errores, antes de mirar adelante al año que acabamos de empezar. El arrepentimiento comporta siempre (si no, seria falso) que hemos hecho nuestros buenos propósitos: intentaremos poner los medios para no tropezar otra vez en las mismas piedras. La experiencia nos dice que será difícil, porque no es la primera vez que nos lo proponemos. Pero una vez mas es el mismo Dios quien viene en nuestra ayuda: Empezamos el año acudiendo a Santa María Madre de Dios, Solemnidad que celebramos el día 1 de Enero y que nos recuerda que Ella,la Madre, es nuestra mejor intercesora. Acudamos con confianza a María para pedirle la gracia que necesitamos para poder salir vencedores en nuestra lucha diaria por ser santos, fieles a su Hijo.
Mn Francesc Perarnau