La Fe nos enseña que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad Santísima, el Hijo, que tomó la naturaleza humana. Por tanto es “Dios y hombre verdadero”, tal como rezamos en el Credo. En Jesús vemos como Dios mismo encarna y hace viva la idea que tiene el Creador del ser humano: Dios encarnando su idea de hombre.
Por eso es el modelo perfecto.
Podemos por tanto afirmar que Dios nos ama en Jesús con un corazón humano.
El corazón es el símbolo del amor. Decimos: se piensa con la cabeza, pero se ama con el corazón. De alguna manera imaginamos que la cabeza es el lugar del razonamiento puro, que es visto como algo frío y distante, mientras que en el corazón hierven los sentimientos, los afectos, las emociones, de las que el amor podríamos decir que es el exponente más elevado.
Entramos en el mes de Junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En este mes se celebra la Solemnidad y se nos invita a considerar la grandeza del amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo hasta el extremo de entregarse hasta la muerte en la Cruz. Esta entrega total que queda simbolizada plenamente en el momento en que el soldado le atravesó el corazón con la lanza, del que brotó sangre y agua (cfr. Juan 19, 34)
El Catecismo de la Iglesia lo sintetiza en estas palabras:
Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo…del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).(Catecismo de la Iglesia Católica 478)
Aunque ha existido siempre en la Iglesia, la Devoción al Sagrado Corazón crece en especialmente desde que en el siglo XVII en que el Señor se apareció a Santa Margarita de Alacoque. El 16 de junio de 1675 Nuestro Señor le mostró su Corazón a la Santa: Un Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”
La devoción al Sagrado Corazón consistirá precisamente en amar y reparar por el Amor no correspondido: Reparación y desagravio, por las muchas ofensa que ha recibido y sigue recibiendo en el mundo, muy especialmente en la Eucaristía.
Mn. Francesc Perarnau