Podemos decir que lo empezamos con cierto temor por las circunstancias actuales de crisis por las que esta atravesando nuestra sociedad. Los indicadores económicos que manejan los expertos hablan de perspectivas sombrías para este año que estrenamos; y cuando las perspectivas son sombrías, lo son también para muchas familias.
Todos sabemos que las soluciones políticas, sean las que sean, las que se van a tener que adoptar serán siempre dolorosas.
Ciertamente a todos afecta la situación pero, evidentemente, algunas familias, y muy especialmente algunas personas, por su situación particular, sufrirán más los efectos de la crisis. De todos es conocido que está ya sucediendo y es previsible que en un futuro no muy lejano sean muchas mas las personas que se vean engullidas por el remolino que lenta pero inexorablemente se va generando.
Nadie, y menos una persona cristiana, puede permanecer indiferente ante una situación así, en la que es tan claro y patente el sufrimiento de las personas. Nuestra conciencia cristiana nos dice que todos nos tenemos que implicar en la medida de nuestras posibilidades para ayudar a encontrar una solución a los graves problemas que se han generado ya y los que previsiblemente se generarán.
Es momentos como estos es cuando mas importante se hace la solidaridad, y cuando se puede valorar la calidad de las personas que conforman la sociedad. Una sociedad solidaria y generosa, puede hacer frente con mayor seguridad a cualquier crisis que se presente.
Recientemente hemos podido comprobar con alegría la respuesta positiva que los ciudadanos de nuestro país han dado ante la petición realizada por distintos bancos de alimentos y organizaciones diversas. Son noticias positivas y esperanzadoras. Si la piña es fuerte, si somos capaces de ayudarnos entre todos, si todos nos proponemos arrimar el hombro y hacer lo posible, si quienes pueden hacerlo dedican su tiempo, sus energías y recursos a colaborar en las organizaciones constituidas o que se constituirán en el futuro para canalizar los esfuerzos, entonces las posibilidades de vencer la crisis serán mucho mayores, se podrá aliviar el sufrimiento de muchos…
Todavía es tiempo.
Conviene que no perdamos de vista las palabras con las que, en las navidades del año 2008, el Papa Benedicto XVI nos ponía en guardia sobre el peligro que acecha permanetemente:
“Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las Naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”.(Benedicto XVI, 25 de diciembre de 2008)
Mn Francesc Perarnau