Que duda cabe que la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar este mes de agosto en Madrid, se convierte en el momento eclesial más importante del verano. La movilización de centenares de miles de jóvenes no pasa desapercibida, y menos en los países donde se organizan los encuentros. También en Barcelona se podrá apreciar de modo notable este acontecimiento. En nuestra ciudad , entre otros actos hay previstas dos celebraciones Eucarísticas en la Sagrada Familia, de alguna manera la “Catedral de Europa” desde la visita de Benedicto XVI en Noviembre del año pasado. Decenas de miles de peregrinos pasarán por la ciudad Condal ya sea a la ida o a la vuelta de las jornadas con el Papa.
No deja de llamar la atención que tantos jóvenes procedentes de todos los lugares imaginables del mundo, confluyan en un punto del planeta para reunirse con quien es cabeza de la Iglesia.
Es evidente que no se trata de que sea este u otro el Papa, Juan Pablo II o Benedicto XVI, ni de la personalidad de los mismos, ni de sus dotes comunicadoras, ni de su origen…
Cuando murió Juan Pablo II algunos pensaron que estas jornadas irían a menos porque, según pensaban, eran fruto de la enorme capacidad comunicadora del Papa, tan distinta de su sucesor. Es evidente, los dos papas nada tienen que ver en este aspecto. Sin embargo los jóvenes siguen movilizándose, porque no es la capacidad de comunicación del Papa, sino que es Nuestro Señor Jesucristo, del que ellos son Vicarios, quien les convoca, quien les atrae, quien les mueve.
Es cierto que los jóvenes son la esperanza de la Iglesia, como son la esperanza del mundo. En no muchos años el rumbo de la sociedad estará en sus manos. Encomendemos a Dios para que el espíritu cristiano cale profundamente en sus vidas y lo hagan vida propia. Solamente así podrán ser unos buenos discípulos de Jesucristo que sabrán impregnar de sentido cristiano toda la realidad en la que les toque participar.
Mn Francesc Perarnau