San Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba convencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos. (Juan Pablo II 7/10/2002)
San Josemaría, con su vida y con su palabra nos transmite esa idea fundamental: todos tenemos que ser santos precisamente en las realidades más sencillas de la vida, en aquellas cosas que habitualmente tenemos entre manos. Parar muchos de nosotros la vida transcurre dentro del cauce de la normalidad. Esto no significa de ninguna manera que no haya dificultades o problemas, los hay seguro, porque forman parte de la normalidad: momentos alegres, momentos tristes, días buenos, días malos, tiempo de salud, tiempo de enfermedad…, con aficiones, ilusiones, inquietudes…
El Fundador de la Obra nos enseña: precisamente en esa vida normal es donde te has de santificar. En la homilía que pronunció el año 1967 en la misa que celebró al aire libre en el Campus de la Universidad de Navarra , lo explicó magistralmente bien:
Reflexionad por un momento en el marco de nuestra Eucaristía, de nuestra Acción de Gracias: nos encontramos en un templo singular; podría decirse que la nave es el campus universitario; el retablo, la Biblioteca de la Universidad; allá, la maquinaria que levanta nuevos edificios; y arriba, el cielo de Navarra…
¿No os confirma esta enumeración, de una forma plástica e inolvidable, que es la vida ordinaria el verdadero lugar de nuestra existencia cristiana? Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.
Los santos son intercesores delante de Dios. Podemos decir que Dios pone en sus manos dones y gracias para distribuir. A San Josemaría le hemos de pedir que nos ayude a darnos cuenta de que Dios nos está esperando en el desempeño de las pequeñas cosas que forman la vida diaria de las personas.
Mn Francesc Perarnau