El 23 de febrero se inició la tercera fase de la rehabilitación de las pinturas de la iglesia, a cargo del maestro pintor de Terrassa Sr. Antonio Luque Castro, fiel colaborador, el cual realizó los primeros trabajos en el mes de marzo de 2009 con la rehabilitación de las cenefas de la nave central. Este año y siguiendo la planificación inicial, se ha tratado de ir substituyendo el verde agua de las paredes del fondo del templo, por la entrada del Pati Manning y el de la capilla de los confesionarios, donde está ubicada la imagen de San Josemaria del escultor japonés, Sr.Etsuro Soto.
El Sr. Luque es un profesional de la pintura ya jubilado pero la su vena artística es imparable, y más ahora que tiene más tiempo. Conoce palmo a palmo las montañas más altas de Catalunya, y es especialmente un enamorado de la comarca de la Garrotxa, y gracias a sus capacidades excursionistas, encaramarse a los andamios, o doblarse bajo los techos más bajos no le provoca ningún problema.
– ¿Cual ha sido en esta ocasión el criterio para decidir por donde continuar la rehabilitación?
– A.L.: Ha estado la claridad, ganar luz, para realzar estos cuadros y el santo Cristo, de esta manera se ven con más detalle, y también el artesonado, en el que he hecho un pequeño arreglo pero no es apreciable.
– ¿Por qué escogisteis el color crema?
– A.L. Hemos hecho varias pruebas de colores, siempre hago mezclas hasta crear aquel tono que mejor combine con los colores que hay en la iglesia y que son los originales, siempre con la idea de ir suprimiendo el color verde. Fíjate en los colores crema y rojo inglés del cimborio como se adecuan más al crema que acabamos de poner.
Cuando hicimos la entrevista, el andamio ya estaba situado en la capella de los confesionarios, la imagen estaba totalmente cubierta por un plástico para no dañarla. Me sorprendió el color escogido para aquella zona, el salmón. El andamio parecía desordenado, lleno de escaleras que para un profano no tenía ninguna explicación sino solo una especie de andamio complicado para poder trabajar.
– A.L. No es ninguna complicación, me he de encaramar de manera que sobrepase todo el entorno de la imagen sin tocar la hornacina que la rodea y por lo tanto he de colocar un tablón y hacer contrapeso con las escaleras cruzadas para evitar la caída.
En cualquier caso, en esta escalada el Sr. Luque tiene a los Ángeles custodios haciendo horas extras…. pensé. Subido arriba del todo, le izan como si fuere agua de un pozo, en una lata vacía de pintura, todos los instrumentos de trabajo: la pintura, los pinceles, y otras cosas útiles como las gafas, la luz, la madera de medir para tirar la ralla, entre otras.
– ¿Y el salmón, qué?
– A.L. Es un color que no desdice del color dorado de la hornacina, al principio puede parecer un color sorprendente pero cuando esté todo acabado observarás una mejora notable del conjunto.
– ¿Habrá más rehabilitaciones?
– A.L. es muy probable que sí, además es necesario hacerlas, hay paredes donde se aprecia el paso del tiempo, y la lluvia… no obstante para ello hace falta un mecenas pues la obra será de gran magnitud.
Hablamos también de la capilla de la Milagrosa. Allí el Sr. Luque, en el otoño del año pasado y en un solo día! restauró todos los soportes de los capiteles. Los 12 capiteles originariamente eran dorados pero en el año 1986 los repintaron de gris, igual que los arcos, oscureciendo así su presencia. Ahora, la pintura acrílica con oro, haciendo relieves de metal, le da una apariencia como si fueran de hierro dorado; también aprovechó la ocasión para hacer unos pequeños arreglos en el mármol rosa de les paredes.
Dejé al maestro pintor ejerciendo, encaramado arriba del todo, casi tocando el cielo, pintando con la mano derecha y con la mano izquierda, con un pulso firme. Entonces me vino a la memoria que aquel día 23 en el que se instaló el andamio La Teresa miraba como yo hacia el techo y me comentaba “está igual, las vigas están bien, no hay ninguna rota…”. Se refería al artesonado situado al final del templo. Ella entró en la Casa de La Caridad en el año 1942 cuando tenía 9 años y salió los 21, para ir a servir, como muchas jóvenes de aquella época. Y tiene la costumbre de venir a Montalegre el día 23 de cada mes para rezar por el alma de una persona que le fue muy benefactora. Ella, como muchos fieles de la iglesia, tiene una parte de su vida ligada a esta Casa; y La Teresa cuando vuelva a venir la verá mejorada, más bonita, a fuerza de la dedicación y amor de muchas personas que trabajan sin que se note.
Isabel Hernández Esteban