Como muy bien se puede leer en la web de Montalegre, el día 2 de febrero, cuarenta días después de la Navidad, respetando el plazo previsto el la Ley de la Antigua Alianza, se celebra en la Iglesia Presentación del Niño Jesús en el templo y la Purificación de la Virgen María; las dos fiestas unidas porque en realidad corresponden al mismo momento histórico.
Tradicionalmente esta fiesta recibe el nombre de la Candelaria, una fiesta antigua que era llamada fiesta de la luz porque recordaba que Cristo es la Luz que entra en el del mundo; la Iglesia lo simboliza encendiendo candelas en las celebraciones litúrgicas del día.
Jesús mismo se presentará como Luz del Mundo, pero irá mucho mas allá cuando afirmará que sus discípulos también lo hemos de ser. La expresión es bien clara, recogida en el Evangelio de San Mateo: Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para colocarla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante todos los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mat 5, 14)
Es una llamada a la responsabilidad de los discípulos de Jesús. Cada uno de ellos ha de ser, hemos de ser, luz que ilumine a nuestro alrededor por el esfuerzo con el que procuramos vivir y difundir las enseñanzas de Jesús. Con frecuencia el mundo se encuentra muy alejado, y la tentación de mimetizarse con el entorno para no llamar la atención es muy grande. Contra esta tentación hemos de luchar: no se puede esconder la luz que se ha encendido, ha de brillar, ha de iluminar, se ha de ver, aunque a veces la luz sea molesta para algunos. Muchos mártires nos dan un ejemplo maravilloso de coherencia. No han cedido a la presión exterior en ambientes muy adversos, aunque esto les haya costado dar la vida. Pero ese sacrificio ha sido siempre fecundo, aquella luz que algunos pretendían apagar dándoles muerte brilló aún con más fuerza y quedó encendida para siempre. Gracias a ellos nosotros somos cristianos.
Mn Francesc Perarnau