Después de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que se celebra el último domingo del tiempo ordinario, entramos en la Iglesia en un tiempo de preparación: se acerca ya la gran fiesta de la Navidad.
En muchas ciudades de tradición cristiana como la nuestra (Barcelona), han empezado ya a verse en las calles los distintos elementos decorativos tan propios de este tiempo. Muchas luces, estrellas y árboles, aquí y allí algún pesebre y, dentro de no mucho tiempo, también los villancicos que, junto al clima más frío, casi sin darnos cuenta nos introducirán en el ambiente tan familiar y entrañable de la Navidad.
Hay lo que podemos llamar la “Navidad cultural”, que mantiene las tradiciones, algunas muy antiguas, y que implican todos los aspectos de nuestra realidad, la festiva, la gastronómica, la religiosa…
Es muy importante que todas estas cosas no nos descentren, no nos hagan olvidar la realidad más profunda, la que da sentido a todo lo demás, la que está en el origen de todo: recordamos el Nacimiento de Jesús, el acontecimiento más asombroso que ha tenido lugar en la historia del mundo. Dios mismo que se ha hecho hombre para realizar la Redención de la humanidad.
A lo largo de las semanas del tiempo del Adviento la Iglesia nos va ayudando a disponernos adecuadamente, va fomentando en nosotros el deseo de la llegada del Redentor, va suscitando le necesidad de purificarnos bien, de disponernos interiormente para que de nuevo, en nuestras vidas, acojamos dignamente al Dios que viene.
Acudamos a María, la Madre, que vivió con tanta intensidad, emoción y alegría el primer Adviento, para que nos ayude a revivir en nosotros aquellos mismos sentimientos en la nueva venida del Señor.
Mn Francesc Perarnau