Hacía siete meses que se había anunciado que el Santo Padre venía a España. Y las 32 horas de su estancia las hemos absorbido profundamente, cosa que será muy difícil de olvidar. La TV3 apostó fuerte a nivel tecnológico y verdaderamente la retransmisión de la Dedicación de la Sagrada Familia fue impresionante. No obstante desde el canal de Intereconomia más de 10 millones de televisores del Estado español captaron todo, absolutamente todo, minuto a minuto donde estaba el Santo Padre, cosa que no hicieron otros canales de televisión, ni públicas ni privadas.
Yo también lo vi!
Pero no todos nos conformamos estar sentados ante el televisor, o simplemente nos decíamos hasta donde los pies me lleven. Así que unos ya lo recibieron a las nueve de la noche del sábado en el aeropuerto de Barcelona; otros con dos horas de anticipación ya estaban situados frente a las barreras que habían instalado a lo largo de la avenida de la Catedral, mirando el reloj con insistencia, clavados como estatuas y con suerte vieron como una flecha un Mercedes negro, blindado, de cristales oscuros, o simplemente sus luces. Los gritos de los que estábamos allí empezaron a subir de tono a límites insospechados, como un grupo de fans frente a su ídolo musical del que están enamorados. Así recibimos al Santo Padre en el Palacio Episcopal. La emoción se desató cuando salió al balcón para saludar. La señal del movió desapareció, todos se enviaban llamadas o mensajes: “Lo he visto!”
La marea azul, esta es la juventud del Papa
La noche sería corta ya que de buena mañana la ciudad hizo un cordón desde el Palacio Episcopal hasta todo alrededor de la Sagrada Familia. Los voluntarios que habían sido convocados el sábado por la mañana en el cruce de Provença/Marina, donde recibieron las instrucciones, ya sabían lo que tenían que hacer. Sin duda fueron un suporte muy importante para toda la organización. Los que teníamos la entrada del exterior del templo, cuando pudimos acceder a nuestros asientos, nos dieron un pin identificativo y en nuestra silla teníamos el misal completo de la celebración. Aquellos voluntarios y voluntarias iban con un impermeable azul, estaban por todas partes, pendientes de sus obligaciones, fueran las que fuesen. Era como una marea azul. Un momento muy bonito e irrepetible fue cuando acompañaron a los 300 sacerdotes con la Sagrada Comunión, y para identificarse de lejos, iban con paraguas, también azules; todos ellos se escamparon por todas aquellas calles, tan indiferentes hasta esa fecha, Provença, Marina, Avinguda Gaudí, Rosselló, Sardenya…. calles por donde el Señor se paseó y nos vió uno a uno, a cada uno de nosotros.
Una de les consignas que oímos en las horas que el Santo Padre estuvo en Barcelona ha sido “Esta es la juventud del Papa!” y sin duda la marea de voluntarios era segura y fuerte, así como muchos más que no paraban de gritar, dando apoyo incondicional a Benedicto XVI en todo momento, mostrándose una juventud revolucionaria y contracorriente que quiere llevar la bandera de Cristo, de color universal.
Voluntad de servicio
Un rostro muy fotogénico en todos los actos ha sido el del Secretario personal del Santo Padre, Monseñor Georg Gänswein, el cual ha captado la atención mediática de todas las retransmisiones, como ya va siendo habitual en los viajes de Benedicto XVI. No es un simple personaje que le ayuda a subir escaleras, o le acerca los textos de los discursos, le facilita las gafas, o le acompaña en el papamóvil. Es alemán, nacido en el año 1956, y desde el 2003 es el asistente personal del entonces Cardenal Joseph Razintger; fue ordenado sacerdote en el año 1984. Recibió el Doctorado en Derecho Canónico por la Universitada de Ludwiig Maximilians en Munich en 1993. En aquel mismo año llegó a Roma y en 1995 se convirtió en oficial de la Congregación para el Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos. En 1996 fue transferido a la Congregación para la Doctrina de la Fe por petición de Ratzinger, y obtuvo una cátedra de derecho canónico por la Universidad Pontifica de la Santa Cruz y del Opus Dei. Recibió el titulo de prelado de honor de SS Benedicto XVI en marzo de 2006.
Un voluntario de la Acción Social de Montalegre
Un momento especialmente entrañable para nosotros fue cuando Fernando Sánchez Costa leyó la segunda lectura de la celebración de la Dedicación a templo de Dios. No dudó, leyó con claridad y con seguridad. Él es un hombre sencillo y afable, licenciado por la Universidad Internacional de Catalunya; en la actualidad es profesor universitario, está preparando su tesis doctoral, y además colabora en la Acción Social de la Església de Santa Maria de Montalegre; entre otras cosas visita habitualmente a varias familias del Raval de Barcelona, dándoles amor y confianza. También forma parte del consejo pastoral de la Església Sant Gregori Taumaturg de Barcelona.
Barcelona ha sido por unas horas, entre el 6 y 7 de noviembre de 2010, el punto visual de más de 150 millones de personas de todo el mundo, con unos beneficios económicos incontables, todavía, para aquellos que hacen este tipo de cálculos. No obstante lo más importante es que a todos, de una manera o de otra, nos ha golpeado en el corazón una vibración nueva. Este Santo Padre, de 83 años, ha llegado a todos, pequeños, jóvenes y mayores, creyentes o gentiles, en un marco único e incomparable como lo es La Sagrada Familia de Antoni Gaudí. Y Benedicto XVI lo supo. Así en el hangar del Aeropuerto de El Prat se le veía feliz, sonriente. En su discurso final, la última palabra que pronunció fue “Adiós” pronunciada como la dice un amigo, como un padre.
Gracias! Santo Padre, nos veremos en Madrid en la JMJ, del 16 al 21 de agosto del 2011.
Isabel Hernández Esteban